Patricia Lalanda

«Un jefe te puede regañar, pero un familiar, en este caso tu padre, te va a exigir muchísimo más»

Terminamos esta serie de entrevistas con los miembros del despacho de abogados LOYRA con la socia más joven del mismo: Patricia Lalanda. De hecho, charlamos con ella en la víspera del día en el que oficialmente va a ser nombrada socia. No obstante, su ritmo de trabajo va a variar poco, pues lleva unos años en el bufete y está acostumbrada al sacrificio que implica un trabajo como el que ella desempeña; incluso ya durante su época de estudiante tampoco es que llevara una vida goliarda. Como siempre, les contamos.

Comienza contándonos su vida de educanda: «Estudié Derecho, probablemente por la influencia de mi padre. La rama del juego vino después porque al principio yo tenía muy claro que éste no era un sector en el que me quería especializar; Creo que solo en los estudiantes de la Universidad de las Vegas comienzan a estudiar Derecho con esa idea.. A mí me gustaban más los Derechos Fundamentales, Derechos Humanos… Además, tener la doble nacionalidad [española y norteamericana] me iba a ayudar en esa labor internacional. Estudié un máster en la Autónoma sobre Propiedad Intelectual y, mientras lo hacía, trabajé también en este despacho. Fue una locura, porque estaba además en primera división de hockey (desde los 14 años), y me exigían entrenar tres días a la semana a partir de las ocho de la tarde más los viajes los fines de semana… Eso sí, yo llegaba aquí a las ocho de la mañana como un reloj y estaba hasta las cuatro y media de la tarde. Era una insania, pero si te lo propones, se puede hacer». Poderse, se puede; de hecho, Patricia lo hizo. Pero, ¿cuántas personas tienen esa capacidad? ¿Cuántas, esa voluntad? Una de las cosas que he aprendido en este trabajo es que el éxito nunca es fortuito. Casual quizás puede ser el sector donde se alcanza la notoriedad, pero no me cabe duda de que Patricia la hubiese alcanzado en cualquier otra parcela profesional.

«Cuando acabé la facultad sabía a lo que no me quería dedicar, como Derecho Penal, a pesar de que uno de los profesores de la materia me ofreciese trabajar con él, pero soy una persona que me involucro mucho en lo que hago y no tengo suficiente estomago para ello. Empecé a dirigirme hacia el Derecho de la Propiedad Intelectual y Nuevas Tecnologías, sí, esto era lo mío. Hice prácticas en Garrigues, en el Tribunal Supremo, en la Fundación Ideas para el Progreso… Finalmente, lo de los Derechos Fundamentales a lo Amal Cloony se quedó un poco como una utopía, ¡pero quien sabe en el futuro!». Con veinte años todos creemos en las utopías, pero luego nos damos de bruces con el mundo real. Sin embargo, estoy convencido de que después hay un nuevo proceso de reconversión hacia posturas más intermedias. Esas que te hacen pensar que desde tu puesto de trabajo puedes contribuir a cambiar el mundo, aportar un granito de arena. Y vaya si lo hacen, ¿no creen? Le inquirimos entonces cómo es que al final se inclinó por trabajar con su padre: «Entré en un proceso de selección de un despacho de Madrid. Cuando me faltaba una última prueba del proceso, mi padre me dijo: “Oye, ¿y por qué no te quedas aquí en LOYRA dirigiendo el departamento de Propiedad Intelectualy Nuevas Tecnologías? Aunque trabajemos juntos en el juego te puedes abrir a todos los sectores que puedas”. Me quedé un poco descolocada; valoré pros y contras y, por supuesto trabajar con mi padre estaba en la balanza con bastante peso pues yo valoro mucho la familia. Vi que iba a ser algo bueno, y así ha sido; trabajar con mi padre me ha permitido aprender, él es la persona que más me ha enseñado (sin quitarle merito al resto de los socios pues siempre apostaron igualmente por mí). Al principio fue durillo, por qué negarlo,  un jefe te puede regañar, pero un familiar, en este caso tu padre, te va a exigir muchísimo más. Pero eso es algo positivo. Seguro que muchas “segundas generaciones” de la industria saben de lo que hablo».

Cuando le preguntamos si sigue practicando el hockey entiende inmediatamente que también queremos saber qué le gusta hacer cuando no está en el despacho: «Lo dejé hace tres años. Me resultaba imposible seguir; antes vivía, además, cerca de la pista. Estuve incluso a punto de ir al mundial, pero me quedé a las puertas tres veces preseleccionada, y siempre tendré esa espinita. Ahora tengo un bebé y cuando no estoy trabajando mi tiempo lo dedico a él y al resto de mi familia y amigos. Pretendo retomar a otro nivel, claro, pero ahora las prioridades son otras. Me tendré que organizar y adaptar». No sería la primera vez que lo hace, desde luego. Y faltan todavía dos años para los Juegos de Tokio… mejor no le damos ideas. «Me gusta mucho viajar; ahora iré a Florida a que la familia conozca a mi hijo. Y leer, por supuesto». Y leer, además. Lo que no sé es de dónde saca el tiempo. Tiene que haber algo más que una simple cuestión de disciplina, porque si eso fuese tan sencillo incidirían más en ese tema en la escuela, y menos en la reproducción de los helechos.

Nos despedimos entonces de Patricia pensando en lo que dan de sí los veintinueve años. Qué barbaridad. Y qué suerte tener la capacidad -y la madurez- de aprovechar todas y cada una de las oportunidades que te brinda la vida.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies