El juego en Roma. Capítulo I

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Siempre se nos ha contado que los romanos ya disfrutaban de adelantos que identificamos con nuestros tiempos: tintes para el pelo, saunas mixtas, servicio de bomberos, alquileres desorbitados de apartamentos en los que difícilmente cabía una cama… pero poco se nos ha dicho sobre los juegos de azar.

Nuestro modelo de administración es en cierto modo heredero de aquel, y muchos de los vicios actuales se arrastran desde hace 2000 años. Por ejemplo, en la Antigua Roma el juego estaba permitido, pero por supuesto, al igual que hoy, regulado. Sólo se permitían apuestas en las carreras, eventos deportivos o en las luchas de gladiadores, básicamente en los eventos que no podían organizarse en una velada privada y habían de hacerse al aire libre; suponemos que así la administración que algunos consideran arcaica se aseguraba beneficios a través de diferentes impuestos.

Así es que sí, los tiempos han cambiado, pero sólo en algunas cosas. De igual forma, existían casinos donde los jugadores podían apostar en juegos como los dados (tesserae) o incluso los chinos (micatio). Sin embargo, estas apuestas eran consideradas ilegales, y en consecuencia, nulas. Los apostantes no estaban obligados a pagar sus apuestas, que no siempre se realizaban por adelantado, generándose numerosas disputas. Disputas que, además, nunca se investigaban, dado que el Estado no consideraba tener que hacerlo, ya que la base de las mismas era una actividad ilegal.

dado-romanoDe esta época es el cubilete (fritilus), cuyo uso se impuso por la frecuencia con la que se trucaban los dados. Y también como sucede hoy en día, los mayores jugadores resultaban ser los que prohibían el juego. Nerón y Calígula eran considerados grandes jugadores, teniendo el segundo fama de tramposo. Claudio escribió todo un tratado sobre el juego de los dados, y de Augusto se escribió que en una sola noche perdió 20.000 sestercios.

Vemos que el juego ha existido desde siempre -se dice que las matemáticas son el intento de controlar el azar-, y que más o menos sofisticado ha permanecido inalterable a lo largo de los tiempos. Igual sucede con la intención de gravar la actividad, prohibiendo todo lo que por sus características pudiera quedar fuera del sistema impositivo: a mayor posibilidad de control, más juegos legalizados. Pero lo que es seguro que se mantiene inalterable es la sensación del jugador cuando gana una mano, porque los tiempos cambian, pero nosotros seguimos siendo los mismos.

Fernando Ardid (Licenciado en Historia por la Universidad de Granada)

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