La historiografía clásica sitúa el nacimiento de la ruleta tal y como la conocemos hoy en día en la Francia del siglo XVII, y se atribuye su invención al matemático Blaise Pascal. Constaba de 36 números (no tenía cero), y el margen de beneficio para la banca era escaso, por lo que trascendió más como entretenimiento para amistades y familiares que como juego de azar apto para los empresarios del juego de la época.
Sin embargo, ya en el siglo XIX los hermanos Louis Y François Blanc añadieron el famoso cero. Gracias a esto, la proporción de ganancias para la casa alcanzó la nada despreciable cifra del 2,7% de las apuestas, lo que supuso que los incipientes casinos se interesasen por el juego, en especial el de Montecarlo. Y así ha llegado hasta nuestros días. Existe una variante, típica de los países anglosajones, en la que aparecen dos casillas verdes: el cero y el doble cero. En la Europa continental se desechó rápidamente porque consideraban demasiado elevados los beneficios de la banca (con esta modificación los beneficios alcanzan el 5,26%), pero en Las Vegas, por ejemplo, está muy extendida.
Pero quien piense que el nacimiento se remonta al siglo XVII es un ingenuo. Primero, porque está documentado que los romanos usaban un juego parecido, llamado rueda de la fortuna, que servía para entretener a las tropas durante las vísperas de las batallas. Incluso podemos poner otro ejemplo: las cartas del tarot (que se remontan al menos al siglo XIV) cuentan con una carta llamada La Rueda de la Fortuna, concretamente la décima de los arcanos mayores. Y segundo, porque siempre se han relacionado rueda, azar y destino. De hecho es inherente a nuestra naturaleza. La ruleta entronca con nuestro subconsciente más profundo, más animal. Al igual que el fuego o las estrellas, causa fascinación a cualquier ser humano. Es de esas cuestiones que no se inventan, nos acompañan siempre de una manera u otra, expresadas según las necesidades del momento. Hoy en día jugamos a la ruleta, hace 2000 años a la rueda de la fortuna, y quién sabe a qué jugarán dentro de 400. Pero que habrá un juego de azar que implique girar un disco de una forma u otra es seguro.
Y es que hay cosas a las que, como especie, no podemos renunciar. No son fruto del desarrollo, de la inteligencia, o de la razón; siempre han estado ahí y nos han marcado desde hace miles de años y para siempre.
