«He conocido a gente que empezando desde abajo han forjado imperios. Eran personas con una inteligencia natural, increíble»
Hace un mes publicamos la historia de la persona que dirigió la profesionalización del juego en Andalucía. Alguien que al principio desconfiaba del sector, pero que logró granjearse la confianza de los empresarios de la época. Una amistad que resultó ser mutua, como suele pasar en estos casos.
Antonio Falcón considera hoy en día que las máquinas son una enorme fuente de ingresos en forma de impuestos, lo que no es ninguna novedad; sin embargo, sí resulta interesante su sentencia sobre la Lotería Nacional: «se define por ser el impuesto de los pobres». Aunque es algo que nunca me había planteado, me descubro ante su razonamiento. Y es que, quien juega a una máquina no espera dejar de trabajar con el premio; en cambio, hay quien todavía cree que con una apuesta de un euro va a poder comprar la empresa para la que trabaja y despedir a ese jefe ingrato responsable de que cada lunes por la mañana parezca peor que el anterior, sin ser consciente de que ese euro va a parar prácticamente de forma directa a la administración (la comisión del administrador es ínfima, unos 5 céntimos de media) y que casi con total seguridad va a tener que seguir yendo a trabajar el resto de su vida. Con ilusión, pero con un euro menos. Y esa es una de las diferencias esenciales entre LAE y las máquinas: la manera en que nos han vendido ambas actividades.
En otro orden de cosas, nos habla de su visión del actual mundo del juego. Aunque admite no seguir al tanto de la regulación en vigor, sí que mantiene cierto conocimiento -y perspectiva- del mundo del juego, fundamentalmente a través de los contactos que todavía conserva. Le sorprende los anuncios de casas de apuestas en el ámbito del fútbol: «La publicidad del juego estaba totalmente prohibida. Además, el estatuto dice que Andalucía tiene competencia total sobre el juego, pero es mentira. No se le puede aplicar a un tipo que desarrolla su actividad desde Gibraltar y patrocina un espectáculo que se ve en todo el país. Es evidente que la estructura ha cambiado». La verdad es que se trata de un juicio bastante generalizado, incluso entre los actuales reguladores.
Por último, nos pide que dejemos constancia de la experiencia de FARESA: «Un día, en una reunión con empresarios, planteé la siguiente cuestión: ¿Cuánto supone en Andalucía en el mercado del juego? Como un 20 por ciento. Bien, ¿y cuántas máquinas se fabrican en la comunidad? Ninguna. Esto era injusto, y los empresarios tomaron nota. En 1986 la administración andaluza y varios empresarios acuerdan crear la infraestructura necesaria para fabricar en Andalucía una máquina tipo B mediante un sistema de financiación que había en aquella época. Aunque yo estaba ya en Madrid, me invitaron a la inauguración. Pero aquello no terminó de funcionar; el gerente me explicó que era por falta de sinergias, ya que no había otras fábricas en la zona. Algo tan simple como los tornillos había que traerlos desde muy lejos. No era viable». Aquel experimento salió mal por esa y por otras razones, que ya hemos investigado y que dan para un artículo aparte -que lo haremos, seguro-, ya que son concretas y comprobables. Y, lo más interesante de todo, no se encuentran en Internet, al menos no directamente. Pero adelantamos que son el ejemplo perfecto de la eterna lucha que hemos librado en esta comunidad por mantener un tejido empresarial, y que no todo el mundo (re)conoce. Lo cierto es que desde la época de Larios todo intento ha resultado infructuoso. Tenemos una opinión al respecto, claro, pero no deja de ser eso, una opinión, así que nos la reservamos para las conversaciones que surgen mientras tomamos unas cañas antes de comer. Sí, eso que tanto nos gusta a los andaluces. De alguna forma tendremos que desahogarnos.
Para leer la primera parte de la entrevista entre aqui
