«Hay que sacar el juego de los guetos»
Que uno de nuestros principales propósitos es mostrar el lado más humano del sector no es ningún secreto, más bien constituye uno de los puntos principales de nuestra carta de presentación. Tratamos, de paso, dar voz a las nuevas generaciones de empresarios; a las mujeres, que por ahora son minoría; a los que nunca salen en otros medios porque son las manos de las grandes empresas, pero no el rostro. Queremos hablar, siempre que sea posible, con diferentes generaciones de las empresas medianas y pequeñas que, además, en Andalucía son la inmensa mayoría. Pero hasta la velada que GiGames organizó en Málaga para la presentación de la máquina Atlántida nunca habíamos hablado con dos generaciones al mismo tiempo. Vamos a ver cómo fue la experiencia.
Antonio Gallego Martín es el socio fundador de varias empresas relacionadas con el recreativo que operan en la ciudad de Málaga. Con sesenta y tres años, empezó su actividad junto a su «compadre», Pepe Marín, en 1984. La empresa matriz, Grupo GAMA, debe su nombre a la unión del primer apellido de ambos: Gallego y Marín. Aunque joven (de espíritu y de aspecto), considera que ya va siendo hora de batirse en retirada: <Antonio> «Yo estoy en retirada. Los veteranos tenemos que saber dar el paso atrás para que entre savia nueva». Aprovecha para presentarnos al relevo allí presente: José Luis Fernández Gallego, de veinticuatro años y sobrino de Antonio, y Francisco Marín Ávila, de treinta y tres e hijo de Pepe.
José Luis acaba de terminar la carrera universitaria. Es más, el día 7 de julio de 2015 presenta su trabajo de fin de carrera que, como no podía ser de otra manera, trata de la evolución del juego en España. Sin embargo, lleva trabajando con su tío desde los dieciocho años: «Empecé a estudiar la carrera mientras trabajaba con mi tío, pero no tenía claro que fuese a trabajar en la empresa familiar». No es frecuente que alguien estudie una carrera al par que trabaja en el negocio que presumiblemente ocupará el resto de su vida profesional. Eso le vale tener una perspectiva mixta, mitad teórica, mitad práctica. «De la teoría a la práctica va un trecho. Mi tío me ha ayudado mucho a tomar determinadas decisiones. La calle del día a día es muy distinta a la Universidad». Otros tardan años en darse cuenta de eso. Cuando le preguntamos que si ha detectado algún cambio en el sector en los últimos años pensamos que, por su juventud, nos dirá que no, pero olvidamos que este es un sector muy dinámico y que, además, la gente que trabaja en él suele conocer casi todos los aspectos relacionados con el oficio: <José Luis> «El sector del juego ha cambiado muchísimo. Siempre ha cambiado ». <Francisco> «Más que cambiar ha evolucionado».
Francisco, por su parte, interviene menos en la conversación. Sin embargo, cuando lo hace, suele sentenciar, y con bastante tino, diría yo. Y es normal, teniendo en cuenta que lleva toda la vida viviendo el sector: «Mi padre lleva toda la vida con las máquinas, es un negocio que siempre le ha gustado muchísimo. Siempre he trabajado con él. En 2002 empecé con Antonio Gallego, hoy en día es mi socio. Y aquí seguimos, luchando para crecer poco a poco. Gracias a él [Antonio] y a mi padre somos una empresa mediana». <Antonio> «Gracias a nosotros y a ti, que tú también lo estás trabajando».
Igual que no quita mérito a la labor de sus sucesores -algo bastante frecuente-, cuando hablamos sobre el futuro, Antonio deja hablar a los más jóvenes: <José Luis> «Con el paso del tiempo los jugadores van cambiando y demandan otras cosas. Los jugadores nuevos buscan otro tipo de máquinas». <Francisco> «Son jugadores diferentes. Por eso las máquinas ahora son todo tecnología, ordenadores». La calle es harina de otro costal, y Antonio sí muestra con sus intervenciones que, aunque suene a tópico, la experiencia es un grado: <Antonio> «Yo ya estoy obsoleto. Ahora todo es a base de ordenadores. Nunca he usado uno, creo, lo más cerca que he estado de un ratón ha sido cazándolos en una bodega [risas]. Pero la calle la conozco porque la calle es mía. Nadie me va a enseñar cómo tratar a un cliente, lo llevo haciendo desde hace ya unos cuantos años. Eso es lo que intento inculcarle yo a ellos». Lo realmente complejo es cómo transmitir todo eso. Me temo que hay cosas que debemos aprender por nosotros mismos.
Acabamos charlando sobre las reformas que deben acometerse para mejorar la situación del sector, y es probablemente el momento más interesante de la entrevista: <Antonio> «Lo que hay que hacer es adaptarse a la juventud. Con todo muy regulado, por supuesto. Pero hay que sacar el juego de los guetos»; <José Luis> «el juego está mal visto, pero nosotros estamos dando un servicio, vendemos ocio. Y más premios que otros juegos». <Francisco> «Sí, hace falta una clientela nueva, menor de cuarenta años». <Antonio> «Es que además pagamos muchísimos impuestos, es una actividad muy positiva para la sociedad. Ya quisieran otros sectores dar el fruto que nosotros damos». Parece mucha información, en parte porque lo es, pero es complicado perderse debido a la razón de la que emanan sus reflexiones: el trabajo del día a día.
Escuchar la pista de audio donde quedó registrada la charla es hasta divertido en algunas ocasiones. No paran de interrumpirse, de matizarse, de apoyarse, dejando claro que la relación que mantienen sobrepasa lo profesional. Si me preguntan cómo es esta entrevista el primer adjetivo que me viene a la cabeza es bonita.