«Gracias a mi trabajo he pagado una hipoteca y carreras para mis hijos. No puedo hablar mal del juego»
Bernardo Roa es el responsable en materia de juego en el sindicato Comisiones Obreras. Trabaja en una sala de Bingo de Huelva, aunque lleva en esto desde 1987, y es lo que en siglo XIX se conocería como un empirista. Me explico: no es un político nato, pero es que no lo pretende; no es un teórico que se pierda en matices ideológicos, pero es que tampoco le interesa; él no entiende de siglas, que desde luego no le identifican. Es, creo, un trabajador con unas necesidades concretas por las que está dispuesto a pelear contra cualquiera y junto a quien sea. Vamos, lo que viene siendo un empirista en el conocimiento, y un realista en lo político.
Por ejemplo, su relación con el sindicalismo: «Yo empecé en la UGT. Luego me pasé a CCOO. Siempre he defendido lo mismo, y de la misma manera, las siglas no son lo más importante, lo verdaderamente importante son los trabajadores. Si dentro de un mes volvéis a hablar conmigo os voy a decir exactamente lo mismo porque es lo que pienso».
O también su opinión sobre el mundo sindical: «Hay una imagen de los sindicatos en la sociedad que es injusta. No se puede juzgar a toda una organización por la actuación concreta de unas pocas personas. El sindicalismo es esencial para la buena relación entre la empresa y el trabajador. En este país no se salva absolutamente nadie, solo tenemos que ver los muchos ejemplos de corrupción con los que, por desgracia, nos despertamos a diario. A los primeros que les interesa que una empresa funcione es a sus propios trabajadores . Pero en muchas ocasiones la responsabilidad la tienen los mismos empresarios, que no son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos ni de rodearse de buenos directivos. Hay que llegar a acuerdos para el conjunto del sector y después ya negociaremos nuestras propias condiciones. El trabajador quiere ayudar a mejorar, que nadie se olvide de eso. Eso sí, luego le ayudas tú a él, que también tiene sus intereses. Es verdad que no todos los trabajadores somos iguales, al igual que tampoco son iguales todos los empresarios. Yo soy sindicalista si, pero trabajo cuarenta horas semanales en una sala de bingo. Todos debemos remar en el mismo sentido». El fin se confunde con los medios, lo que resulta práctico al fin y al cabo. Siempre y cuando el empresario comparta con el trabajador el punto de vista. Que sería lo más lógico habida cuenta la dependencia mutua que existe.
O como cuando cuenta que «hubo un diputado de Izquierda Unida que empezó a atacar el bingo. ¿Cómo puede hablar así? Claro que hay gente que lo pasa mal, pero no sólo por el bingo. Es como ir a un bar a decir que el güisqui es malo. Claro que lo es, si te pasas. Gracias a mi trabajo he pagado una hipoteca y carreras para mis hijos. No puedo hablar mal del juego. En absoluto. Siempre defenderé al sector del juego en ese sentido». No son pocos los trabajadores que comparten esa opinión, pero sí los que están dispuestos a decirlo públicamente. Aunque parezca algo de sentido común.
Por no hablar de los proyectos que está dispuesto a defender: «Si para que se conserve el empleo se debe bajar la tasa, que se baje la tasa. Es por este y por otros motivos, que apoyo la creación de una mesa de diálogo permanente con todos los implicados en el juego. La idea es ir a todo siempre juntos, sin fisuras. Es tan sencillo como eso. Desde CCOO venimos trabajando desde hace mucho tiempo en esta idea, pero el mayor problema con el que nos venimos encontrado es con el de los propios empresaríos del sector».
Quizás yo también sea un empirista al extraer una opinión sobre las personas basándome únicamente en una conversación sin tamizar antes los resultados a través de complejos perfiles psicológicos, pero lo cierto es que no me importa lo más mínimo. Suele ser mucho más entretenido aprender a la manera de Bernardo Roa.