Antonino Vázquez Parrilla

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«Con algunos hosteleros conservo una relación casi de familia»

Antonino Vázquez es de los decanos de este negocio. Con casi ochenta años, la sonrisa delata los orígenes, y la mirada, la experiencia. Hombre altísimo, con una voz grave y profunda, nos relata su experiencia en un bar de San José de la Rinconada (provincia de Sevilla). Nos sentamos en un aparte, donde hay menos ruido, en una mesa de madera con sillas de anea, típicas de las tabernas andaluzas, y rodeados de carteles de temática taurina. No me pregunten por qué, pero el ambiente esconde una solemnidad que pocas veces apreciamos.

«Empecé hace cincuenta y dos años, yo tendría entonces unos veintisiete. Mi padre tenía un salón con billares y máquinas. Las trajo aquí Vicente Fernández o Ginés Solano, no sabría decirte quién fue el primero.  Yo me fui a aprender el negocio con Teodoro. Cuando ya pude me compré cuatro máquinas. La primera la tengo todavía». ¿Y así comienza todo? «Mi padre tenía molinos de pienso, y como yo era fuerte ayudaba con los sacos con diez años. Tenía una tienda de comestibles, vaquerías… Hasta una fábrica de escobas [risas]. Yo vivo en la misma casa en la que nacía. Siempre he tenido la misma dirección en el DNI». Pero al final se decanta por el juego «porque me gustaba. Y ganaba mucho dinero. Pero me encantaba trabajar».

Le pedimos que nos cuente cómo era el trabajo de maquinero hace cuarenta años, y nos relata una jornada laboral con un nivel de detalle que nos hace pensar que se ha jubilado hace veinticuatro horas: «Salía a trabajar a las cinco de la mañana. A las diez o diez y veinte ya había recaudado los bares. Iba siempre con dos latas de bonito Albo, cuatro vienas y tres botellines. Cuando me daba hambre paraba debajo de un árbol y comía. Trabajaba toda la semana hasta el domingo a medio día. A mis hijos los veía siempre acostados. Estuve así dieciocho años, pero vamos, que estaba más a gusto que una avispa en un melón [risas]. Luego ya pude bajar el ritmo». Antonino Vázquez, por su trabajo, pero sobre todo por cómo es, guarda amistades desde hace unos cuantos años: «Mis mejores amigos en el sector son Antonio Ponce (q. e. p. d), Teodoro y Merino. Esos eran los buenos. A los malos no te los voy a mentar [risas]. Con algunos hosteleros conservo una relación casi de familia. De ir a las comuniones y a las bodas de los hijos, vamos. Nadie te va a hablar mal de mí. No le he quitado una máquina a nadie en cincuenta y dos años, a mí me han quitado tres, pero porque he querido yo. Tengo clientes desde hace cincuenta años porque, además, aquí los bares es raro que cambien de familia. Es un trabajo durísimo en el que hay que nacer para aguantar».

antoninovazquez2Antonino Vázquez se jubila con setenta y un años, pero hasta los setenta y cinco sigue yendo a la empresa. Es en ese momento cuando sus hijos, Miguel Ángel y Ángel Luis, le piden que no vaya más, aunque siguen escuchando sus consejos. ¿Qué opinión tiene del presente y del futuro del juego, teniendo en cuenta su pasado? «Bueno, el juego ha cambiado, pero nosotros hemos cambiado más. Recuerdo las reuniones con José Romero Bonilla, que siempre acababan con unos güisquis, y ahora, después de las reuniones, como mucho me tomo una botellita de agua [risas]. El futuro lo veo regular. Nosotros lo hemos pasado peor que ahora, eso sí es verdad. La gente juega menos, pero las máquinas tampoco se estropean tanto como antes. Ha cambiado mucho la forma de trabajar las máquinas. Hubo una época que esto era una vergüenza. Había incluso quienes han cortado cables. Yo no sé cómo no me ha dado un infarto. Y ahora los boletines duran cinco años, por lo menos en ese tiempo estás más tranquilo». Debo decir que identificar sector y personas que lo conforman es, con mucho, de las ideas más inteligentes que he escuchado. Considerar un sector como algo positivo o negativo en abstracto es absurdo. Las industrias son como los industriales que las conforman. Y por eso servidor concluye que el juego es tan interesante como hermoso.

Pero, y como decía la canción, ¿a qué dedica el tiempo libre Antonino Vázquez? «Ese es el fallo, que no me gusta nada, solamente he vivido para mi familia y para mi negocio. Me casé con treinta y nueve años con una mujer veinte años más joven que yo, guapísima. Tengo tres hijos, uno piloto y dos que siguen con el negocio. Me gustan los toros, pero tampoco mucho. Soy del Sevilla a media sangre. Soy practicante, eso sí, pero no de los que ponen inyecciones [risas]. Me gusta la feria y el Rocío, pero no la Semana Santa. Soy uno de los fundadores de la Hermandad de Marbella». Al fin y al cabo, una afición no es otra cosa que algo en lo que emplear el tiempo cuando no estás trabajando o disfrutando de la familia. No existe una ley que impida tener el trabajo y la familia como aficiones.

Y para terminar, una anécdota que retrata cómo es esto de vivir en el sur y que, por supuesto, se desarrolla en un bar: «Una vez fui a hablar con un cliente que tenía un bar y me lié con el dueño a tomar vino. Mi mujer mandó a mi hermano a recogerme. Yo me fui y se quedó él con mi compadre Ruperto. Salieron de allí con una tajá impresionante. Aquel día me comí medio cubo de pestiños yo solo [risas]». Y seguro que aquel día el dueño del bar decidió que nunca cambiaría de empresa operadora. Así funcionamos nosotros. No es que no trabajemos, es que nos divertimos trabajando. Y luego nos preguntan por qué estamos siempre de buen humor.

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