«Sigo pensando que este juego tiene una larga vida, pese a los juegos digitales tiene su sitio»
José Presas fabrica los futbolines de la Liga Nacional de Futbolín o LNF. Él diseñó el primer futbolín blanco, a él le debemos la disposición más frecuente de los jugadores en las barras, los muebles con luz para los locales oscuros y hasta los monederos que con una moneda dan dos partidas. Y a él le debemos las horas y horas de partidas que, al menos en mi tierra, casi todos hemos invertido en pubs, salas o bares. «Yo tuve máquinas, pero las dejé para centrarme en fabricar futbolines. Es una vocación. Y sigo pensando que este juego tiene una larga vida, que pese a los juegos digitales tiene su sitio». Comprendemos rápido que Pepe Presas es un idealista del futbolín. Es el apasionado de un juego al que le ha dedicado toda una vida. El mérito de todo esto es nadar contracorriente, luchando por una idea fabulosa. Y eso, no sé a ustedes, a nosotros nos parece un ejemplo.
Su historia, que a fin de cuentas es también la del futbolín moderno en España, comienza de la siguiente manera: «La empresa la fundamos en 1984. Más que fabricar, al principio nos dedicábamos a poner máquinas en los bares. En 1986 fabricamos el primer futbolín, que era más o menos igual que todos los demás. La clave está en que por aquel entonces en Galicia, y creo que en toda España, se pusieron de moda los pubs, que solían ser muy oscuros. Eso nos sirvió para evolucionar la máquina. Lo primero que cambiamos fue el puño, al que le conseguimos quitar el tornillo ese que siempre se salía y podía clavarse. Luego llegó el pasabarras que no necesitaba engrasarse. Además, fijamos la disposición de los jugadores y las medidas del campo y de las barras». Es increíble tener la oportunidad de conocer cómo detrás de cada detalle de un futbolín hay horas y horas de trabajo, de auténtica ingeniería. Fíjense hasta qué punto estas personas han pensado el producto: «Los marcadores podrían ser automáticos, es cuestión de colocar una célula, una tontería. Pero pusimos el botón porque a la gente le gusta darle al marcar un gol. Es como una descarga de adrenalina [risas]».
Sigamos: «El primer futbolín que hicimos no nos lo aceptaban porque era un modelo más de los muchos que había. Pero en 1988 hicimos el modelo 2000. Era blanco, rompía con todos los esquemas. Era, además, un mueble compacto. Lo presentamos en Barcelona, en noviembre. Todo el mundo coincidía en que era muy bonito, pero no vendí ni uno. Ni uno sólo. Volvimos a casa y lo pusimos en locales de nuestra zona. Tuvo muy buenos resultados. Enseguida nos dimos cuenta de que los locales eran demasiado oscuros y por eso le pusimos la lámpara que ilumina el campo. Aquello también gustó y encajó muy bien. Después vino la feria de Torremolinos. Aquí, en Andalucía, fue donde empezamos a vender las primeras unidades. Luego se extendió al resto del país. Del modelo 2000 puede haber sesenta mil unidades. Aquello supuso el resurgir del futbolín». Colocar futbolines en pubs permitió, además, subir el precio de la partida. Eso aumentó los beneficios del hostelero y el operador: «Pudimos pasar de los cinco a los veinte duros [de los quince a los sesenta céntimos]. Desarrollamos el sistema que retenía la moneda y te daba dos partidas en lugar de una».
Quizás por la necesidad de aplicar los cambios con mucha lentitud para que los jugadores se acostumbren, enseguida se dan cuenta de que el desarrollo de la máquina es insuficiente, que hace falta más: «Empezamos el campeonato de España, ya vamos por la decimonovena edición. Es que, a ver, hace ocho años hubo una crisis tremenda. Nosotros entonces desarrollamos el reglamento, iniciamos la liga a nivel nacional. Ahora mismo el futbolín está en auge, está de moda. Por eso ahora hay más competencia, y por eso nosotros tenemos que intentar posicionarnos. Seguimos luchando para que se reconozca como deporte y colaboramos con los ayuntamientos para organizar liguillas en las casa de la juventud o clubs. Ahora, por ejemplo, estamos con una página web para fijar todos los reglamentos, www.mundofutbolin.com». Si por deporte entendemos sudar, el futbolín debería ser categoría olímpica.
Le comentamos el ambiente familiar que observamos en el campeonato que se celebró el pasado verano en la Roda de Andalucía (Málaga), y que nos llamó poderosamente la atención -tengan en cuenta que nuestro contacto con este juego parte de nuestras visitas a pubs y bares-, aunque a él no le extraña: «Claro, los campeonatos son para ir en familia. Y siempre hay muy buen ambiente. Antes había un árbitro por mesa, ahora hay dos o tres por turno. Incluso uno de nuestros modelos más recientes, el Futbito [por cierto, es una maravilla a nivel estético], que es una idea que surgió hace tiempo para los mano a mano, lo hemos vuelto a fabricar con las patas más cortas para que puedan jugar los niños».
José Presas es, probablemente, la persona que más sabe de este juego del mundo, y nosotros queremos satisfacer nuestra curiosidad como aficionados, así que le preguntamos si el futbolín es igual en todos los lugares: «No, el futbolín español es invendible fuera del país. En cada país hay un estilo diferente, aunque todos se parecen, salvo el nuestro. En España es más rápido, más dinámico, más divertido. Fuera suelen jugar con cinco medios, la pelota casi no puede pasar». Los de fuera son diferentes -dejémoslo ahí-, añado a título personal; basta con buscar algunas imágenes en Internet para darse cuenta. «Incluso dentro de España dependiendo del lugar son de una forma u otra. Cuando empezamos había treinta y seis modelos distintos, casi a razón de uno por fabricante. Nuestra batalla más compleja fue unificar un modelo común de mesa para poder hacer campeonatos nacionales. Aún hoy hay zonas donde nos cuesta entrar. El problema es que los cambios hay que hacerlos muy, muy poco a poco».
De gustos musicales eclécticos, le gusta la televisiva serie 24 Horas. Reconoce haber disfrutado de la caza y el tiro al plato, aunque son disciplinas que ya casi no practica. Padre de tres hijos (Iván, Diego y Alberto, de 30, 28 y 17 años respectivamente), hablamos con su hijo mayor, Iván, al que no es difícil ver en cualquier evento donde haya un futbolín de por medio.
A Iván Presas le preguntamos qué tal es trabajar con su padre: «Trabajar con tu padre es, bueno, ya sabes, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas [risas]. Yo trabajo en esto porque de verdad me gusta. Este juego sigue creciendo, y pensamos que tiene un buen futuro. Por eso apostamos para que sea reconocido como deporte, no ya por las ayudas que recibiría, si no porque se abriría la puerta a los patrocinadores. Creo que en diez o quince años habrá competiciones importantes». Y tampoco podían faltar algunas preguntas personales, por supuesto: «De música me gusta casi todo. Quizás destacaría la que se hizo en los 80s y los 70s. De películas, Star Wars, y de series, Stargate. De ese estilo».
Nos despedimos y nos vamos de su puesto en el Expo Congreso con la impresión de haber hablado con un hombre que ha dedicado su vida a perseguir el sueño de la excelencia en un juego al que todos, en este país, hemos jugado alguna vez. Pero, sobre todo, de haber conversado con una par de buenas personas trabajadoras, luchadoras y que deberían servir de inspiración a mucha gente.