«En el sur he ganado sobre todo calidad de vida»
Jordi Paradís es uno de los rostros más reconocibles de GiGames en Andalucía. Y también de los más queridos. Catalán afincado en Sevilla (en Sanlúcar la Mayor, a unos quince kilómetros de la capital), aterriza en la industria del ocio y el entretenimiento hace ya siete años. Proviene de otro sector bien distinto: el de las máquinas de revelado automático que vemos en casi todas las tiendas de fotografía.
«Antes de llegar al juego, trabajé durante veintisiete años en una empresa japonesa que fabricaba las máquinas de revelado automático en una hora, Noritsu Koki. Pero la empresa, con la llegada del digital, se fue de España y despidió a la plantilla de ciento veinte personas que tenía aquí. En Infojobs leí un anuncio que decía “Se necesita promotor” y me presenté. Era de Tourvision, una operadora catalana. Esta empresa compartía por un acuerdo el stand de Madrid con Covimatic, y siempre estaba junto al de GiGames. En una feria Ferrán Blanco me ofreció irme con ellos. Y cuatro meses después ya estaba trabajando para GiGames». Casualidades del destino, si es que todavía queda alguien que crea en las casualidades.
Le preguntamos por las diferencias que ha detectado entre ambos sectores, y nos cuenta que «son sectores muy diferentes, aunque en ambos venda máquinas. Tú piensa que la máquina más barata que vendía con los japoneses costaba ciento veinte mil euros; las había también de trescientos mil. Una máquina de tres mil quinientos es más fácil de vender, y mucho más fácil de amortizar. Había gente que tenía que pedir una hipoteca para pagar el equipo de revelado, era el negocio de su vida. Aquí no existe esa presión, pero hay mucha más competencia». Y yo añado: es evidente que cuando tú vendes ese tipo de maquinaria eres consciente de lo que implica que la inversión salga mal. No deja de ser paradójico que el juego entrañe menos riesgos para todas las partes. Y tampoco deja de ser injusto que casi nadie lo sepa; y el que lo sabe, no se lo haya planteado.
Jordi Paradís no vive en el sur por cuestiones menos azarosas. De hecho, lo hace por decisión propia y de su mujer: «Yo entro con los japoneses en Barcelona. Montaron luego una delegación en Madrid y me fui allí. Luego consiguieron la explotación de todas las máquinas de la Expo del 92, por lo que en septiembre del 91 viajo a Sevilla. Entonces mi mujer me propuso quedarnos a vivir en el sur. Yo se lo planteé a los japoneses y me dieron luz verde. De hecho, al vivir aquí es cuando decidimos tener otra niña. Que no se puede decir que no es de aquí, se llama Macarena [risas]. Aquí ganamos muchísimo en calidad de vida». Y Jordi no se puede decir que no se haya adaptado bien a la vida en el sur: cuando habla catalán reconoce que ya tiene cierto acento, y eso que usa esa lengua cuando da las órdenes a su perra. A lo que no llega a acostumbrarse es a determinadas costumbres andaluzas, como «la falta de formalidad. El otro día iban a montarnos la cocina y nos dijeron que el lunes. Al final vino el miércoles. Comprendo que pueden surgir imprevistos, pero ¿tanto cuesta levantar el teléfono para decir que no puedes venir?». Creo que es imposible acostumbrarse a eso, aunque no hayas conocido otra cosa, como es mi caso. Por otro lado, sospecho que no es un fenómeno exclusivo de Andalucía.
Aficionado al senderismo, su verdadera pasión es el motor: «Cualquier cosa que vaya con gasolina me interesa. Veo todo lo que dan por la tele, no sólo las competiciones conocidas». El tono de llamada que tiene en el móvil es un motor de Fórmula 1. Pero hay otro hobby por el que su mujer le llama friki, el scalextric. «Compito con el scalextric. Tenemos una nave alquilada para una pista que puede tener más de sesenta metros cuadrados. Hace poco fui a Madrid para hacer el 24 horas, donde cinco personas nos turnamos para competir durante un día. Por la noche se apagan las luces y encendemos los faros de los coches. Te hablo de competiciones en pistas que ocupan un polideportivo. Tú piensa que nosotros compramos un coche y aprovechamos sólo la carrocería y el chasis. Los ejes los cambiamos por otros de precisión, y las ruedas, que de serie son de plástico, por otras de magnesio. Eso por poner un ejemplo». No sé a ustedes, pero ya me ha despertado la curiosidad. Y la envidia, porque hay muchas cosas que hacía de niño y dejé de hacer por el simple hecho de crecer, no porque dejasen de gustarme.
Antes de despedirnos, le preguntamos si es verdad todo lo que cuentan de los japoneses y nos contesta un rotundo «sí». ¿Incluso lo del karaoke? «Especialmente lo del karaoke. Y encima es que cantan bien, como cantes mal te echan. A mí me echó el director general de un karaoke al cantar el Begin the beguine [risas]». Y a mí me hubieran revocado el visado directamente. Pero qué más da, el buen rato ya no te lo quita nadie. Igual que el momento de charla con Jordi Paradís. Ahora entiendo por qué todo el mundo sonríe mientras habla con él.