«El juego es una oferta lúdica más, se trata de una actividad delimitada, reglamentada y transparente»
Hablamos con José Manuel Fernández (Granada, 1975) en dos ocasiones; una primera, en Sevilla, en el mes de marzo. En ese momento trabaja para Recreativos Franco. La segunda es en Septiembre, en las oficinas que Cirsa tiene en Granada.
Los carrera de José Manuel Fernández en el sector despega hace quince años, en una operadora local de Granada: «Empiezo en una operadora local, para la que trabajé durante tres años. Luego desconecté del juego, pero hace once me comentan que Orenes está pensando en abrir una delegación en Granada. Los retos siempre son llamativos, mandé mi curriculum y empezamos a andar. Montamos la delegación, que se consolidó y sigue funcionando actualmente. Hace tres o cuatro años hubo una posibilidad de subir un peldaño más y trabajar a nivel de fabricación, por lo que recalé en Recreativos Franco. Empecé a llevar toda la zona sur».
Sin embargo, ahora está en las filas de Cirsa, desempeñando la labor comercial en las Comunidades de Andalucía, Extremadura y Murcia . La pregunta del millón es obvia: ¿por qué el cambio? «Franco es una empresa grande, donde he podido crecer profesionalmente y a quienes estaré agradecido por la oportunidad que he tenido de trabajar allí. Pero las posibilidades que me brinda Unidesa la hacen más atractiva, una empresa más grande, con más repercusión y con un proyecto nuevo e ilusionante que llevar a cabo. Quizás el mejor momento para entrar en una empresa nueva es cuando no está todo hecho, y aquí está el reto de volver a ser líderes de ventas. Así que he cambiado por proyección profesional, por realización personal y por poder aportar mi granito de arena». No sé si se preguntarán si ha notado mucho cambio entre ambos gigantes de la industria, pero nosotros sí, y esto es lo que nos contesta: «Son empresas similares en cuanto a funcionamiento, pero muy distintas en su mentalidad. En Unidesa las posturas están más abiertas. Son formas de trabajar diferentes; las negociaciones, por ejemplo, son menos rígidas y siempre puede haber una alternativa válida. También es cierto que tienes más autonomía para realizar tu trabajo, gozas de esa confianza».
José Manuel ha conocido de primera mano otros sectores, como por ejemplo, el de las telecomunicaciones. En la época de los servidores locales y de los escandalosos módems de 14400 baudios, trabaja en una empresa granadina, Moebius, que ofrece acceso a Internet cuando la Red sólo sirve para que Pepe Navarro ocupe programas enteros de Esta noche cruzamos el Mississippi hablando de los males que se ocultan más allá de nuestro disco duro. Pero la visión de futuro de José Manuel le lleva a proponer a las inmobiliarias crear portales donde mostrar los pisos en venta. Algo que hoy es imprescindible en aquella época resulta hasta peligroso. Más o menos como la industria del juego: «Internet ahora es una herramienta global y de negocios, de solidaridad… Pero en aquella época era sinónimo de vicio y delitos. El juego, y por ende, los salones y los jugadores, no estaban bien vistos. Por suerte, ahora se ha demostrado que los salones, bingos y casinos son lugares de entretenimiento con las puertas abiertas a cualquier público, donde uno puede disfrutar de un rato de ocio y diversión. Locales donde lo que prima es cuidar a los clientes. El juego forma parte de nuestra vida en distintas formas, pero bien entendido, como todo, es sano y necesario. La mentalidad del fabricante ha cambiado, ya no se fabrican máquinas de juego, se producen contenidos de entretenimiento y diversión. Lo que pasa es que hay una doble moral ahí, hay una generación que todavía lo ve como hace años». Y destaca el trabajo que se está haciendo en este sentido: «Tenemos que tener claro que no se pueden poner puertas al campo. Siempre cumpliendo la legalidad y protegiendo a los menores, hay que dejar que el negocio fluya. El juego es el sector más fiscalizado. Hoy por hoy, el juego está controlado, y lo que es más importante, responde a esa regulación. El juego es una oferta lúdica más, se trata de una actividad delimitada, reglamentada y transparente. Y todo ese esfuerzo está ya dando sus frutos. La gente en general no ve ahora los salones como los veía en 1985».
Pasó sus primero quince años de vida en La Herradura, un pueblo de la costa granadina. Su padre era constructor, por lo que fueron moviéndose hasta establecerse definitivamente en la ciudad en la que nació y actualmente vive y trabaja: Granada. Tiene un hijo de ocho años y considera que «la infancia de un niño de hoy no es la de un niño de hace treinta y cinco años. Ya no estás en la calle jugando al balón hasta las y media [expresión que se utiliza mucho en Granada para decir tarde; ignoro si se usa también en otros lugares], ahora es muy diferente». Su principal afición es el fútbol: «He jugado en las categorías inferiores del Granada. Mi padre fue vicepresidente del club en aquella época en la que estaba en Segunda B. Me declaro más madridista y granadinista que culé, aunque me gusta el fútbol en general. También me gusta el turismo, la Semana Santa… en general todas las actividades que ofertan nuestra comunidad, que son muchas. Y estar con la familia, claro».
Nos despedimos sospechando que no será la última vez que hablaremos con él. Si no coincidimos en Los Cármenes viendo al Granada, nos encontraremos en cualquier otro lugar de la ciudad. Y comentaremos cómo fue el último partido del equipo o, simplemente, qué tal va la vida. Por el placer de charlar. Cuando lo es, ya saben.