«El juego tiene un poder transformador único»
Sebastián Salat, actual CEO de Zitro, da la impresión de ser un hombre discreto. Buen conversador, de trato agradable, abierto en ocasiones, pero prudente. Y es una corazonada que casi se convierte en certeza tras charlar con él en el pasado 5 Expo Congreso.
Y decimos discreto porque nada en él hace suponer el impresionante currículo que nos relata cuando le preguntamos cómo fueron sus inicios en la industria: «Empecé hace treinta años en la industria, Comencé como ingeniero en CIRSA, diseñando máquinas de juego, las primeras máquinas de casino. Dentro de la compañía voy progresando hasta llegar a estar al frente de la línea de productos para casino tipo C. En esa época UNIDESA llegó a ser un proveedor muy importante de productos para casino a nivel mundial. En el año 2000 me contrata una compañía norteamericana, WMS, ubicada en Chicago, y fabricante también de máquinas de casino y videoloterías. No tenían ningún tipo de negocio fuera de Estados Unidos y Candá. Me pidieron que me encargara de la expansión internacional, cosa que hice, pero exigiendo antes, eso sí, hacer esa labor desde España. Durante quince años fui Presidente de WMS Internacional, y miembro de su Comité Ejecutivo. Luego, al salir de la compañía pasé una temporada sabática, hasta que Johnny Ortiz me ofreció el cargo de CEO en Zitro, y aquí estoy desde hace unos mesecitos, ayudando a la empresa en su expansión internacional». Impresiona. Tanto, que en el momento de la conversación no reparamos en esos treinta años de trayectoria que, por supuesto, no encajan en la edad que le calculamos a Sebastián Salat. O miramos a todo el mundo con muy buenos ojos, o nos estamos haciendo mayores y somos los últimos en enterarnos.
El caso es que Zitro, CIRSA y WMS son empresas muy diferentes entre sí (sobre todo WMS, que ni siquiera es europea) y tenemos curiosidad por saber qué diferencias hay entre las empresas de una orilla y otra del Atlántico: «La diferencia mayor está en la naturaleza de ser una compañía cotizada en bolsa; cuando estás en bolsa necesitas ofrecer un nivel de predictibilidad mayor, lo que exige un gran rigor en la gestión. Esto supone un ritmo operativo distinto. Tiene ventajas y desventajas, por supuesto. Por ejemplo, en una empresa cotizada la toma de decisiones es mucho menos ágil. El secreto está en combinar el rigor, el control, con la agilidad en la toma de decisiones. En Zitro combinamos el control sin perder la chispa de Johnny Ortiz. Lo que tienen en común la WMS que yo lideré y la Zitro de hoy es la gran oportunidad de crecer».
Como conocedor de las ferias sectoriales internacionales, le preguntamos qué hace de las ferias norteamericanas eventos tan importantes, pensando que nos iba a decir “la inversión” o la ya clásica “profesionalización”, pero no; él hace referencia a algo más profundo, menos abstracto, poniendo quizás el dedo en la llaga -o el yugo-: «Lo que es distinto no es la feria en sí, es cómo se percibe la industria. En Estados Unidos las empresas son cotizadas en bolsa, y eso hace que haya un nivel de respeto y consideración hacia la industria que no hay en España. Allí las ferias generan mayor atención, todos los medios se hacen eco. .Allí entienden que el juego tiene un poder transformador único, es capaz de convertir un desierto en un destino turístico sin precedentes, de transformar el pueblo de pescadores de Macao en un centro de ocio capaz de facturar seis veces lo que factura Las Vegas. Y, por supuesto, todos los impuestos directos e indirectos. No existe la continua sospecha que hay en España, y eso se traslada a la feria». El diagnóstico es original, pero el tratamiento que propone es el más extendido: «La industria tiene que comunicar la labor que hace. En España, por ejemplo, jugar es la única forma divertida que hay de pagar impuestos [risas]». La lógica es evidente, ahora sólo hace falta un altavoz que permita hacer llegar a la opinión pública el mensaje.
Y esa es la parte más complicada, sin duda. Por la forma de expresarse, por los términos que utiliza (no habla de sector, sino de industria, por poner una muestra) llego a pensar que ha nacido en Norteamérica, pero Sebastián Salat es natural de Barcelona, donde sigue residiendo. Se declara culé («al contrario de Johnny [risas]»), y tiene hobbies, a priori, bastante comunes: «Tengo muy poco tiempo libre, pero es que yo es que me lo paso muy bien con mi trabajo. Me encanta viajar, tengo amigos en setenta países, es raro que vaya a algún sitio y no conozca a alguien. Viajar y mi trabajo forman parte de mi vida». Todo cambia, sin embargo, cuando cuenta que practica «montañismo». No es que ir a la montaña sea algo extraordinario, pero sí lo es subir picos de siete mil metros: «Me gustan las montañas altas. Cojo la ruta fácil, eso sí [risas], pero he subido picos de seis o siete mil metros, como el Elbrus o el Aconcagua, por ejemplo».
En ese momento comprendo que Sebastián Salat ha hecho de los retos su hobbie, pero también su profesión. Porque existe cierta analogía entre subir coronar una cumbre y expandir una empresa a nivel internacional.