«Comencé como recaudador, luego técnico, después comercial…»
Una de las conversaciones más breves que hemos mantenido hasta la fecha es la que sostuvimos con Víctor Manuel Retana. Hablamos con él casi por azar, y resultó ser una charla tan breve -no llega a los cinco minutos- como llena de contenido
Nos sorprende en primer lugar cuando nos dice que tiene cuarenta y seis años. No por nada, es que aparenta diez menos. De hecho, su compañera de ventas en la Comunidad Valenciana también se sorprende. Ahora nos cuadra el tiempo que lleva trabajando para Recreativos Orenes: «Empecé hace veinte años, justo después de terminar la mili, que hice bastante mayor. Comencé como recaudador, luego técnico, después comercial… He sido delegado comercial también. Ahora estoy con el proyecto de apuestas deportivas. Estamos desarrollando el proyecto en la Comunidad Valenciana, ahora vamos a empezar en Madrid… Estoy también con Castilla-La Mancha, y en cuanto se abra la veda en Andalucía, empezaremos allí también. Antes de Orenes estuve en Sitre, por cierto». Veinte años en Orenes, nadie lo diría. Víctor Manuel tiene un módulo de FP2 en electrónica industrial y le faltan dos asignaturas de la carrera universitaria de Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones. «No la he terminado, ni la voy a terminar. Lo que ha cambiado todo desde aquella época, madre mía». Es un hombre sincero consigo mismo, sin duda. Un valor escaso hoy en día.
Fuera de la industria su principal ocupación es la familia: «Tengo dos niñas pequeñas, esa es mi principal afición y a lo que dedico la mayoría de mi tiempo libre. En el poco que me queda intento hacer deporte. Sobre todo correr, Pilates y taekwondo. Ahora mismo no me puedo permitir más aficiones». Intento hacer un ejercicio de empatía y pensar cómo podría yo compatibilizar las obligaciones profesionales con las personales. Como no llego a ninguna conclusión le pregunto a él directamente: «La verdad es que es complicado compaginarlo, pero bueno, esto te reporta muchas satisfacciones de uno y otro lado. Supongo que no estaré viajando siempre a este ritmo». Refleja cierta añoranza en el gesto de su cara, y hasta yo me siento cierta pesadumbre. Pero tenemos que seguir, así que le inquirimos entonces, ya que conoce casi todo el país y por cambiar un poco de tema, cuál es su ciudad favorita: «Buf, eso es complicado… Quizás te diría que Madrid» “¿Más que Valencia?”, interviene la compañera no sin cierto tono burlesco. «Es que soy de Madrid». La tierra tira. A todos. Terminamos el rato de charla comentando cómo nosotros sí pudimos librarnos de la mili a fuerza de prórrogas, aunque recibimos la carta en la que llamaban a filas; probablemente fuimos los últimos que la recibieron. «Yo no pude librarme, agoté todas las prórrogas [risas]».
Cuando caminas por cualquier calle de cualquier ciudad, mires a donde a donde mires, siempre ves a alguien -salvo en Andalucía durante la sobremesa, por supuesto-; ¿alguna vez han pesado que todo el mundo tiene una historia? ¿Qué todos tienen vivencias o sueños en la misma medida que los de uno mismo? No sé a ustedes, pero a mí eso me crea cierta ansiedad. Hablar con gente como Víctor Manuel Retana es, sin embargo, la mejor terapia.