Juani Cervera

«Hemos luchado muchísimo por el negocio. Ha habido años muy buenos, y años malos también»

Tal y como afirmamos en el texto la entrevista que mantuvimos con José Antonio García (pulse aquí para leer la entrevista), tras hablar con su mujer, Juani Cervera -con la que hablamos también en la pasada edición de la Feria Internacional del Juego-, pensamos que nos habíamos quedado cortos en el grado de generosidad que atribuimos a José Antonio. Claro que él no nos habló de su familia; Juani, sin embargo, sí.

Porque Juani Cervera conoce a José Antonio desde hace mucho tiempo. De hecho, él tan sólo llevaba tres años en la industria cuando comenzaron a salir juntos. Por eso, y aunque ella nunca ha trabajado en la empresa, sabe lo que implica mantener a flote un negocio durante tantos años y hacerlo crecer: «Hemos luchado muchísimo por el negocio. Ha habido años muy buenos, y años malos también. Pero siempre nos hemos apoyado». Porque ella se ha sacrificado también, por supuesto: «De joven fue muy duro, ahora ya no. Por ejemplo, cuando me quedé embarazada, si lo llamaban de madrugada porque se había roto alguna máquina, él tenía que ir. Pero yo me iba con él también. Y con la niña chica, exactamente igual, me iba con él. Fue duro, nos sacrificamos muchísimo».  Claro, la pregunta obligada es “el sector del juego es el más complicado para la conciliación familiar, ¿no?”. Y la respuesta obvia es: «No lo sé, porque no conozco otros sectores». Lógico. Después de reflexionar, entendemos que cualquier actividad económica que comparta horarios con la hostelería ha de ser dura por fuerza. Quizás el juego, por la dispersión geográfica lo sea más, sobre todo al principio, cuando no suele haber posibilidad de contratar personal.

Inquirimos entonces por sus aficiones y, al igual que su marido, no reconoce tener ninguna, al menos no de forma consciente: «La cocina, si acaso. Cocino todos los días para diez personas, y es que me gusta de verdad. A mí me encanta el pisto murciano y a José Antonio… pues creo que lo que más, el gazpachuelo de pescado. Cocino hasta los postres, que no me gusta tanto comerlos». Un momento, ¿para diez personas? ¿Tantas? «Sí, verás, tengo cuatro hijos (dos con pareja) y dos nietos».

Le preguntamos por sus hijos y nos cuenta sin mostrar atisbo alguno de incomodidad: «Tengo dos niño saharauis y dos niñas biológicas. Y dos nietos». Como vemos que no le importa hablar del tema, decidimos inquirir un poco más en ese asunto: «Sí, vinieron con ocho y nueve años, muy delgaditos. Les arreglamos la boca, lo primero. Ahora tienen veintitrés y veinticuatro años. Uno estudia Informática y el otro Ingeniería Mecánica. Trabajo no les va a faltar, porque los dos van a hacer falta en la empresa con esos estudios». Es maravillosa la naturalidad con la que cuenta toda la historia. De hecho, seguimos conversando durante un rato más sobre cuestiones relacionadas con los chicos que me van a permitir no transcribir, aunque sí decir que es más que evidente el orgullo que siente cuanto habla de sus hijos.

Nos despedimos y nos marchamos del stand de Merkur en el que hablamos con el matrimonio pensando en que todavía hay esperanza mientras quede gente como José Antonio y Juani: personas que se esfuerzan para ganarse el pan pero, sobre todo, hacer la vida más fácil a los demás.

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