Pedro Ocaña (hijo)

«Un buen gestor sabe aglutinar ante todo, no dividir, y rodearse de gente que sepa más que él»

Ya saben lo que nos gusta charlar con las diferentes generaciones de un mismo negocio. Si hace algunos números publicamos la entrevista que mantuvimos con Pedro Ocaña Montemayor hoy hacemos lo propio con la de su hijo, con el que comparte profesión, nombre y apellido.

Pedro Ocaña es un hombre serio y extraordinariamente preciso a la hora de escoger el vocabulario. Una cosa suele llevar a la otra; la gente que es parca en palabras, pero inteligente a su vez, suele destacar a la hora de expresarse. De hecho, nos resume su experiencia en apenas tres frases: «Llevo trabajando en esto desde que tenía veintiún años, así que llevo veinticuatro, que se dice pronto. Surgió la posibilidad de entrar en una empresa que se formó entre varios socios y así lo hice. Siempre tuve claro que me quería dedicar a esto, y si era con mi padre, mejor; por eso hice una carrera relacionada con los números, para ayudarle». No es común que las segundas generaciones admitan esa intención de trabajar en el negocio familiar, pero Pedro Ocaña va más allá al reconocer que es el sector en sí lo que le atrae. No deja, sin embargo, de mostrar orgullo por mantenerse la sociedad tanto tiempo activa: «Tener una empresa tan longeva con la cantidad de crisis que ha habido y con la situación como está… es ya para estar orgulloso». Esa satisfacción es más frecuente. Claro que, además de frecuente, es más que comprensible.

Le preguntamos si ha notado cierto choque generacional con su padre a la hora de tomar decisiones en la sociedad, y aunque no responde inmediatamente, sí es tajante: «No, no. El choque generacional es que tienes que ir adaptándote a lo nuevo, y eso lo llevan haciendo ellos toda la vida. Quizás a nosotros ahora nos cueste menos trabajo, pero llegará un momento en que nos cueste lo mismo que a ellos ahora. Por ejemplo, cuando haya apuestas habrá que adaptarse, no hay otra. Mi padre me cedió el testigo pronto, coincidí con él poco tiempo».  Sí que noto, sin embargo, mayor grado de optimismo que en su padre, algo también recurrente en las segundas generaciones: «Al final la empresa, independientemente del momento, se lleva igual, las máquinas son máquinas. Es verdad que este tiempo está siendo duro, sobre todo por la fiscalidad, aunque ahí poco podemos hacer… Pero las apuestas dan esperanza. Es como si sacaran una manguera para regar el sector y reverdecerlo». Debo interrumpir para señalar que la analogía es tan bonita como exacta. Sigo -sigue-: «Es verdad que hay momentos duros, pero siempre pasa algo y vuelve a mejorar la cosa; siempre ha ido pasando así. Esto corre mucho, pero no sabemos muy bien hacia dónde. Ahora hay, además, una competencia muy buena entre fabricantes. Hoy de hecho voy a una presentación donde me han comentado que va a haber una ruleta ¡para bar! Eso hace dos días era impensable. Mientras haya un punto de equilibrio razonable y la administración no nos crucifique, seguiremos tirando. A día de hoy, la fiscalidad es lo que más me preocupa de cara al futuro». Quizás sea por la juventud, o igual tiene que ver con la necesidad de luchar por mantener a flote el negocio. Pero Pedro Ocaña ve posibles brotes verdes donde otras personas más mayores que él atisban poco más que pasto seco.

Reconoce ser hombre de muchos hobbies: «Siempre ando a la caza y captura de una nueva afición [risas]. La cuestión, al final, es no permanecer ocioso. Ahora por ejemplo estoy con la astronomía y aprendiendo a tocar la guitarra. Se puso a aprender mi hija y me puse yo también. El inglés también me gusta… Soy muy inquieto [risas]». Le preguntamos, ya que sabemos que es padre, si le gustaría que su hija, llegado el momento, siguiese sus pasos y nos da quizás la respuesta más razonable para esa pregunta: «Yo intentaré darle todas las posibilidades del mundo. Si esto dura veinte o treinta años más pues ya que decida ella».

Terminamos comentando las diferentes ventajas con las cuentan las PYMES, y Pedro Ocaña se despide ofreciéndonos un último consejo: «Las empresas familiares funcionan muy bien porque todos tienen los roles muy bien definidos, y saben lo que tienen que hacer. Un buen gestor sabe aglutinar ante todo, no dividir, y rodearse de gente que sepa más que él». Amén.

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