«Yo conocía un poco el mundo del juego porque hace algunos años hice alguna presentación de locales…»
El 21 de junio de 2000 yo tenía diecisiete años. Seguramente acabaría de terminar selectividad -o estaría a punto de hacerla-. A eso de las cinco y media de la tarde estaría paseando con la que fue mi primera novia y hablando, supongo, de cómo sería mi primer año de Universidad. Haría calor, pero las flores del parque recién regadas refrescarían el ambiente. En algunos barrios de la ciudad comenzarían a preparar las hogueras para celebrar San Juan esa misma noche. Y a eso de las seis de la tarde, o un poco antes, me despediría de ella con la excusa de tener que sacar a pasear a Creta, la perrita que me acompañó hasta no hace mucho. O puede que dijese la verdad, y reconociese que me volvía a casa a ver el fútbol; esa tarde jugaba la selección española un partido contra Yugoslavia que debía ganar sí o sí para pasar a la siguiente ronda.
Utilizo el condicional porque no tengo la certeza de que todo aquello sucediera. No todo, al menos. Porque el partido sí que se jugó, y fue de los épicos. España ganó 4 a 3 con dos goles en el descuento: uno de Mendieta, de penalti y en el minuto 93, que supuso el empate, y otro de Alfonso, en el 95. Alfonso Pérez Muñoz, quien desde ese momento se convirtió en unos de los ídolos de todas una generación, marcó el gol de la victoria y quizás el más importante de su carrera. Por eso, cuando vimos a Alfonso en el stand de Sportium en Torremolinos, además de sentir auténtica y verdadera emoción, comprendimos que aquello constituía una jugada maestra de la marca de apuestas deportivas: ese jugador de fútbol era el reclamo perfecto para el público al que buscaban captar: un ejército de clientes potenciales de las apuestas deportivas que ahora ronda -rondamos- los cuarenta y que añoramos los tiempos de aquel gol y aquellas zapatillas Joma blancas.
Pudimos hablar con Alfonso, por supuesto, y esto fue lo que nos contó cuando le preguntamos si el Expo Congreso es su primera incursión en el sector: «Yo conocía un poco el mundo del juego porque hace algunos años hice alguna presentación de locales con Míchel y Cañizares, y que solían coincidir con algún partido importante, algún Madrid-Barça y cosas así. Pero antes de eso no tuve ningún contacto, y tampoco había estado en ninguna feria». Madre mía, ¡Míchel y Cañete! Llega a nombrar a Morientes y se me quiebra la voz allí mismo. Sigamos. Admite no conocer la costa de Málaga: «No conozco mucho esta zona, juraría que es la primera vez que vengo a Torremolinos. Siempre he sido más de pasar las vacaciones en Mallorca. De hecho, por eso tengo mi casa allí ahora». Ojalá se haya llevado el mejor de los recuerdos.
Por último, como no podría ser de otra manera, queremos saber qué gol le parece el más importante de su carrera, aunque lo sospechamos: «Para mí, por el momento, el escenario, la emoción, el equipo, lo que supuso… aquel gol contra Yugoslavia es el más importante. Ahora ganamos mundiales, pero por aquella época pasar de fase era un logro [risas]. Mucha gente me lo recuerda, y la verdad es que me alegra haber hecho feliz a tantas personas. Fue un gol especial… Sientes una alegría inmensa». En efecto, no nos equivocamos. Y es que lo que debió sentir en ese momento hubo de ser indescriptible. Como cuando ganas una combinada de cinco. Bueno, más o menos.
El fútbol y el juego comparten muchas cosas; entre ellas está la capacidad de desatar pasiones y hacernos recordar jornadas que de otra manera formarían parte de esa montaña de días idénticos que llamamos rutina. No todos tenemos la posibilidad de marcar un gol a diez segundos del final del partido, incluso es complicado conocer en persona al delantero que marca el tanto -es un privilegio trabajar en esta industria, lo sabemos-, pero el juego en general y las apuestas en concreto sí están al alcance de todos. Las emociones están ahí, esperando.
