Alfonso y Alberto Suárez (1ª Parte – fotografías)

Debo empezar diciendo que es todo un honor tener la posibilidad de conversar con los hermanos Suárez, dos de los rostros más reconocibles del sector en mi ciudad, Granada. Hablamos con ellos en una cafetería junto al salón de máquinas arcade Fun Park que Alfonso y Alberto Suárez tienen en el centro comercial Serrallo Plaza. Apuestan por las máquinas de ocio familiar o tipo A como pocos profesionales hacen, y es que ellos han hecho de este tipo entretenimiento gran parte de su negocio. Una apuesta original que con mucho esfuerzo ellos han hecho viable. De hecho, cuando nos saluda Alfonso Suárez no pienso que estoy hablando con el presidente de APROMAG, la asociación granadina de empresarios del azar, sino con el dueño de la máquina Space Invaders que vi una vez en una feria del juego y por la que he ido más de una vez a ese centro comercial. Y la emoción es aún mayor cuando los hermanos me reconocen que también es su favorita.

Mantenemos con ellos una conversación de casi un hora en la que hablamos de todo. Alberto se une unos minutos después. Ambos hermanos comparten la afición por la montaña y la nieve: [ALFONSO] «Me gusta la montaña, el montañismo. Y la bicicleta de montaña. La aventura, aunque cada vez menos. En invierno esquiamos y en verano nos vamos a la montaña. De niño mi padre organizaba un campamento de una semana para la Romería de la Virgen de las Nieves, en un paraje que se llama el Alto del Chorrillo, a 2800 metros. La primera vez, con diez años, la hicimos en Siete Lagunas, que fuimos en burro [risas]. Esperamos a que haya deshielo en julio para hacer excursiones. En verano es precioso subir porque abren el telesilla para ir a ver las perseidas el 10 de agosto. Esas son nuestras aficiones». [ALBERTO] «A mí también me gusta muchísimo esquiar; y el tenis. Pero sobre todo esquiar y la montaña. Ese es mi hobbie». Mucha gente tiene esa afición en Granada, y es lógico habida cuenta de que tenemos la estación de esquí a poco más de media hora de coche. Pero es que ellos tienen, además un motivo más pues su padre, uno de los históricos del sector de la provincia, tenía un salón en Sierra Nevada. «Mi padre era mecánico de motos y sabía algo de electromecánica. Empezó como todos, comprando algún pinball porque veía que podía dar dinero. Me acuerdo ir a una piscina donde había una máquina de tocadiscos y no paraba de sonar Linda, de Miguel Bosé. No paraban de echarle monedas de duro. Aquello se atrancaba cada dos por tres, era una buena época. Te voy a contar una anécdota: mi padre montó un salón de juego en Sierra Nevada. Juan Carlos I a veces iba con su familia. El Rey actual, que por aquel entonces era un niño, iba a jugar con las máquinas y el encargado que teníamos allí insistía en que echara partidas gratis, pero él siempre contestaba que no, que él tenía su dinero, que a él siempre le habían dicho que jugara con su dinero. A los guardaespaldas los tenía locos [risas]. Ya había pinballs, las primeras mesas de aire, algunos vídeos…».

Pero Alberto y Alfonso Suárez siguieron los pasos de su padre a su manera y desde la independencia que da una empresa propia: [ALFONSO] «Mi hermano y yo lo habíamos visto en otras familias; lo que no queríamos era trabajar en la misma empresa, por eso decidimos trabajar en lo que conocíamos, pero de manera independiente. Por eso creamos Alberto y yo nuestra propia empresa. Empezamos comprando una máquina, un futbolín, que era lo único que podíamos comprar porque no necesitabas ninguna licencia especial. Además, así no le hacíamos la competencia a mi padre, que ya había abandonado las tipo A. Por eso empezamos poniendo dianas y futbolines en los pubs. Ya estaba estudiando empresariales, y hablé con el de la cafetería de la facultad. Eso me creó un problema, porque dejé de estudiar [risas]. El futbolín generaba unas treinta mil pesetas a la semana, así que me vi con veinte años y quince mil pesetas a la semana. Y ya sabes que con esa edad quieres correr mucho. El hombre que llevaba la cafetería de empresariales también la de ciencias, así que pusimos otra allí. Y así empezamos, poniendo futbolines que, además, era para lo único que nos daba el capital. Y no queríamos hacerle la competencia a nuestro padre, claro. De esa manera conseguimos llevarnos bien a nivel familiar. Evidentemente tuvimos el apoyo de que nos conocían los proveedores». [ALBERTO] «Empecé con dieciocho años con una empresilla que me dejó mi padre. Luego se disolvió, pero por ahí empezamos. Luego empezamos a comprar vídeos, a transformar… Decidí trabajar. Los primeros permisos había que pagarlos, que estaban contingentados y costaban una barbaridad. Pero es un gremio que desde chico me gustaba, el ocio siempre me llamó la atención y desde siempre me ha ido bien en el tema comercial. Siempre he ido en esa dirección. Ha habido muchas curvas, con momentos bonitos, por supuesto. La crisis también ha servido para que muchas personas que han acudido al dinero, y no eran profesionales, se marchen».

Y llegamos a la crisis de la que hoy en día sigue intentando superarse. Pero eso lo dejamos para la próxima entrega.

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