«Para Granada, el salón Vid Boys fue algo especial, entrañable».
Isabel Rodríguez (Cangas del Narcea, Asturias) es la presidenta del Grupo Vid. Cuando fuimos a visitar las oficinas de la empresa fue ella la que nos recibió, y la primera en hablar con nosotros en su despacho. Un despacho, por cierto, inusualmente diáfano. No me atreví a hacer un comentario al respecto por temor a parecer impertinente; sin embargo, la propia Isabel nos dio la clave en un momento de la conversación: «Estoy muy actualizada, me encanta estar rodeada de jóvenes y niños. Por ejemplo, hay muchas empresas reacias a la digitalización, aquí es todo lo contrario. Aquí todos son muy jóvenes, y todos los lunes traen novedades. Y tengo que estar poniéndome al día constantemente». En efecto, en el Grupo Vid lo digital ocupa un lugar sobresaliente. Pero también lo moderno, lo rompedor, el riesgo. Convendrán conmigo que han acertado.
Pero empecemos por el principio. Comenzamos la conversación hablando sobre los salones Vid Boys. Tenemos un especial cariño a la marca porque para nosotros representan algo especial. Íbamos durante nuestra adolescencia a jugar unas partidas en las máquinas, y algunos años después, a dejar a los niños en el parque de bolas para tomar un café en el pub de enfrente. Y alguna que otra partida seguíamos jugando, todo sea dicho. De una forma u otra, Vid Boys siempre ha estado presente en nuestras vidas. Isabel Rodríguez comparte con nosotros esa nostalgia: «Para Granada, el salón Vid Boys fue algo especial, entrañable. Yo viví los mejores momentos de mi carrera profesional en Granada; hemos estado veinte años allí. Nuestro gran secreto es el cariño, la pasión con la que vamos a los negocios. Cuando dejé de disfrutar con los niños por diferentes razones dejé el negocio. Fui muy feliz montando estos salones. Cuando montamos aquí el primero en el 94, en Los Patios, después de salir de la oficina me iba al Vid Boys a meter niños. Les quitaba los zapatos… Había gente con la que coincidía en la oficina y en el salón, y siempre me decía que al llegar al Vid Boys la cara se me iluminaba. Yo era feliz, no me importaba echar las horas que hiciesen falta. Pero con los años me fueron pasando cosas que me hicieron daño, me fui desilusionando, y al final acabé por cerrar todos los Vid Boys, ya no los disfrutaba». Una verdadera pena.
«A mí me fichó Franco como delegada de Andalucía. Pero no ganaba lo suficiente. Tenía un hijo en Inglaterra, imagínate. El caso es que cuando vi que no era suficiente, lo comenté, y me mantuvieron el sueldo hasta que pude montar mi propia empresa, hasta que me legalicé. Me pagaban incluso cuando ya estaba trabajando por mi cuenta. La verdad es que he tenido mucha suerte, porque se ha portado siempre muy bien conmigo todo el mundo. Con mi empresa empecé vendiendo placas de juegos. Luego montamos un salón recreativo, pero no cubríamos ni gastos. Nos servía para saber qué juegos eran más rentables. Los mejores los mandábamos a los operadores. Con la partida a veinticinco pesetas era imposible. Pero en aquella época habían empezado los salones Camelot. A mí me gustó el concepto, pero tampoco me salían las cuentas. Entonces pensé en unir los playground, el ocio infantil, con las máquinas y subir la partida a cien pesetas. Ahí sí podría haber negocio. Empecé a buscar fabricantes, y al final encontré uno en Benidorm. Diseñé yo misma el playground. Y nada, acabamos montando unos treinta salones por toda España. Pusimos máquinas de coches -a las que yo jugaba, por cierto; mención especial para el Ace Driver de Namco-, de realidad virtual… Así empezó la etapa de Vid Boys. Una etapa muy feliz». Seguiremos hablando del crecimiento de esta empresa en futuras publicaciones. Sigamos, pues, hablando del presente.
Actualmente, el Grupo Vid tiene unos salones, los Pause & Play, conceptualmente muy distintos a los que estamos acostumbrados, repartidos por toda la geografía española. En tres de ellos se ha reservado un espacio dedicado a los eSports y el juego social, denominados Play and Gaming. Una apuesta arriesgada: videojuegos en un lugar al que no pueden acceder menores: «Es arriesgado. Pero así somos de locos [risas]». Y de inteligentes. No sé si lo sabrán, pero cuando cerraron casi todos los antiguos cibercafés (donde la gente de más de 30 íbamos a chatear en los canales del mítico IRC) surgieron unos salones dedicados al juego semiprofesional, los llamados centros de alto rendimiento para gamers. Ocuparon el espacio que dejaron las viejas salas dedicadas exclusivamente al juego en red, que dejaron de tener sentido con la llegada de Internet y, sobre todo, las conexiones de alta de velocidad. Es una apuesta arriesgada pero brillante en potencia. ¿Imaginan el público potencial de este tipo de locales?
Y sí, en efecto, el Grupo Vid sabe llegar a la juventud. Quizás porque su presidenta está más en conexión con las personas de un segmento de edad inusual en personas de su posición. «Mis aficiones son el monte y la soledad. Me gusta caminar por el monte sola. Ahora me voy a Argentina, y eso me permite perderme por la naturaleza. Pero sobre todo por Asturias. Eso me hace reflexionar, visionar, analizar… y tomar decisiones. Caminar por la naturaleza me da mucha energía. Me gusta leer, sobre todo en vacaciones, que es cuando tengo tiempo. Leo novela histórica, sobre todo. Y la música, sobre todo actual. Me gusta toda, y la moderna, más. Cuando paso más de una semana sin hablar con mis nietos tengo la sensación de no estar a la moda [risas]. Disfruto con los jóvenes. Por ejemplo, el responsable del Departamento de Desarrollo y Marketing es Hassane Zerrari, que tiene veintiséis años». Claro, ahora cuadra todo. El Grupo Vid es el reflejo de la personalidad de Isabel Rodríguez. Seguro que hay muchas recetas para alcanzar el éxito, y esta es una de ellas.
