Antonio Cano Sánchez

«Cuando me preguntaban que de dónde era siempre contestaba que de la Renfe».

Antonio Cano Sánchez es un hombre polifacético. Tanto, que aterrizó en el sector por la relación que la industria del ocio mantiene tradicionalmente con la hostelería: «Mi trabajo fundamental ha sido siempre la maquinaria de hostelería, frío y calor. Por ejemplo, este restaurante lo he montado yo [se refiere a El Canarias, en La Carihuela]. Al noventa por ciento de los restaurantes de La Carihuela vendí yo las cocinas. Gracias a eso mantienes una buena relación con los dueños de los bares… y de las máquinas. Yo veía a Pepe Linares, por ejemplo, y hablaba con él. En un momento determinado me ofrecieron comprar una parte de la explotación en el año 83. Hubo épocas en las que pensé dejar el juego, pero mira, aquí seguimos. Todos mis negocios siguen. Todos. Algunos han cambiado  la función principal, pero también desarrollan la actividad original». Era una época en la que se podía levantar grandes negocios de esa manera. Hoy ponemos el foco de atención en las ideas, quizás demasiado, porque las relaciones sociales siguen siendo esenciales.

Aunque actualmente se dedica «a mis labores [risas]. Visito a diario mis empresas, pero es por distracción, no por trabajo. Yo no lo considero un trabajo», no podemos dejar de mencionar un empleo que tuvo con veinte años: «Estuve tres años de profesor de matemáticas, del antiguo bachiller, aquí en Torremolinos. Era profesor sin título. Pensaba que iba a trabajar dos o tres horas al día, pero qué va, eran seis por la mañana y seis por la tarde. En aquella época tú piensa que esto era un pueblo de pescadores, no había muchos colegios, no tiene nada que ver con cómo lo veis ahora. Ha cambiado mucho, como toda España». Ya comentábamos que es un hombre polifacético. Y no sólo a nivel profesional, porque Antonio Cano se declara admirador -y conocedor- de la cultura japonesa, que decidió estudiar cuando era joven. Quizás de ahí le venga una de sus principales aficiones: viajar.

«Todos los años procuro hacer un viaje largo; he estado en Australia, Argentina la he recorrido entera o la costa occidental de África. Inglaterra, Rusia, Japón… procuro viajar y aprender todo lo que puedo. Tú tienes aquello que eres capaz de recordar. Pero a veces las cosas se olvidan, por eso es importante tener fotos, por ejemplo, que te hagan recordar. Yo tengo una habitación en casa donde voy colgando fotos, recortes de periódico o cualquier cosa que me haga recordar.  Mi mujer de vez en cuando viene y me quita cosas [risas. Ir a otros países es tan enriquecedor como quiera la persona que sea; todo tiene su momento, pero doce horas de avión debería servir algo más que para tomar daiquiris en la playa, para eso tenemos Almería aquí al lado. Pienso yo.

Antonio nos cuenta un poco más de su vida: «Yo soy sevillano, pero mi padre era Guardia Civil y lo destinaron a La Coruña, por eso tengo este acento. Cuando me preguntaban que de dónde era siempre contestaba que de la Renfe [risas]. Acabé en La Carihuela porque a mi padre lo trasladaron a Algeciras. Estuve estudiando en una Universidad Laboral de La Línea durante un año y luego me fui a estudiar a un seminario. Uno de los compañeros  era Paco Oliveira, que fundó conmigo en Cádiz el primer grupo de Boy Scouts de España en Cádiz. Bien, Paco Oliveira se vino a Torremolinos en los años 60, a aquel Torremolinos. Me llamó y me vine a estudiar Económicas, pero era imposible estudiar y trabajar. Es verdad que no me puedo quejar porque aquí había muchas oportunidades. Había y hay, todo sea dicho». Claro que las hay. Nos cuenta entonces que en los años 80 un pub podía montarse con apenas sesenta mil pesetas, trescientos sesenta euros actuales. Afirma que hoy en día no es mucho más caro, el problema reside en que la competencia (feroz, en especial en lugares turísticos como la Costa del Sol) obliga a hacer una inversión mucho mayor por cuestiones de decoración e imagen que por aquel entonces era innecesaria. Antes todo era más sencillo, aunque sospecho que dentro de treinta años diremos lo mismo de esta época que nos ha tocado vivir. «Tengo tras hijas. Una en Abu Dabi, haciendo la ciudad esa que llaman “sin CO2”. Otra está en Barcelona. Y la última, que trabaja aquí, con la familia».

Y esto es lo que podemos contarle de Antonio Cano Sánchez. Siempre que vayan a algún restaurante de La Carihuela piensen que es probable que la cocina la haya montado él. Y si se animan a echar una partida en alguna de las máquinas, igual también forma parte de su explotación. Es lo que podríamos llamar una oferta completa de ocio.

 

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