«Me divierto mucho trabajando. La verdad es que me divierto con cualquier cosa».
Dejemos que sea el propio entrevistado quien escriba su presentación: «Soy Fabián Vergara, cofundador junto con Isabel [Rodríguez], del Grupo Vid. La empresa la hicimos de cero. En los años 90 yo trabajaba como técnico de las tipo A. Reparaba monitores, Isabel vendía placas y decidimos montar Vid Distribuciones. Ése es el origen de todo esto». Tenemos la costumbre de presentar al entrevistado haciendo una de síntesis de todo lo que nos cuenta acerca de su persona, pero en esta ocasión es imposible. Así comienza él la conversación, y así lo reflejamos nosotros.
Y es que Fabián Vergara no habla mucho de sí mismo. Responde, eso sí, a todas las preguntas que le formulamos de forma sincera y concisa. No se prodiga en elogios más o menos velados hacia su persona, algo bastante común entre las personas con su trayectoria. No se recrea, por ejemplo, en el esfuerzo que, sin duda, ha supuesto levantar de la nada una empresa que actualmente está afincada en el Parque Tecnológico de Andalucía, uno de los lugares más exclusivos de la región. Y sospechamos que no lo hace por una sencilla razón: sabe que ya conocemos la historia. Otra característica común entre los empresarios y empresarias de éxito es considerar el tiempo como un bien tan preciado como el oro.
Dejemos que continúe: «Nací en Mendoza, Argentina, pero me vine con veinte años a España. Soy perito industrial. Trabajaba en Benidorm para una empresa que se llamaba Entrenaranjos. Y luego estuve trabajando en Málaga. Allí estuve seis o siete meses, y luego ya me independicé. Hacía reparaciones en la costa, en aquella época estábamos pocos, sólo había dos en toda Málaga». Eran otros tiempos, quizás demasiado diferentes. Como en todo, mejores o peores siempre en función de quién hable.
Cuando hablamos sobre el tiempo libre, Fabián no tiene dudas al escoger una afición: «Mi hobbie son los coches. Los coches antiguos. Los compro, los arreglo, los vendo y pierdo dinero [risas]. Pero ése es mi hobbie, los coches. Tengo coches americanos que aquí son difíciles de ver porque es un tipo de coches que no gustan a los europeos. Ford, por ejemplo, tiene mucho más avance en Estados Unidos que aquí. El coche americano es un coche que se hace para disfrutar. Son coches V8, V6, no existen prácticamente los V4 o los diésel. Son coches que consumen de media trece o catorce litros, pero es que eso allí es poco. Son motores de doscientos cincuenta caballos, aquí no es normal, pero allí sí. En Argentina sin embargo son más del corte europeo». En ese momento pienso que tengo un coche de ochenta y cinco caballos con cambio manual y algunos desniveles de la autovía tengo que subirlos en cuarta para mantener una velocidad aceptable. Obviamente no puedo aportar mucho a la conversación, así que cambio un poco de tercio. Le preguntamos si tiene alguna otro pasatiempo. «Trabajar. No he hecho otra cosa desde los trece años. Me divierto mucho trabajando. La verdad es que me divierto con cualquier cosa. Soy muy feliz [risas]».
Fabián Vergara es, por otro lado, un apasionado de Andalucía: «Yo soy muy del sur. Defiendo mucho el sur. Pero me gusta España en general. Mi familia es originaria de Granada, de Baza y de Guadix. Hubo parte que se volvió, y parte que se quedó, como mi padre. La tercera generación hemos vuelto a España. Casi todos, mi hermana por ejemplo se quedó en Argentina». Vivir fuera de Argentina le ha conferido, además, un visión distinta de su país de origen: «Al principio pensaba que estaba dividido, pero desde fuera veo que Argentina es más italiana que española. Yo viví en una comunidad española, pero cuando salí me di cuenta de que estaba equivocado». Nos da entonces su opinión de España y, ¿saben una cosa? Hablar con alguien que ha vivido en otro país además de en el nuestro es un ejercicio que habría que hacer al menos una vez al año, te permite tomar conciencia de las carencias, pero también de las virtudes que tiene España, que no son pocas. Es una forma sana de quitarse complejos de encima, que parece que todo español posee de manera infusa. Más o menos como el gusto por las cajas de cambio manuales.