«He estado en muchas ferias como operador, comercial o fabricante: en Inglaterra, Portugal, Italia…»
A Alberto Rodríguez lo conocíamos de vista. Recordamos perfectamente la primera vez que coincidimos con él: estábamos fumando un cigarrillo en la puerta de un pabellón de IFEMA cuando reparamos que había algunos empresarios andaluces que ya nos habían presentado, por lo que nos acercamos a saludar. Fue en 2015. Él estaba conversando animosamente con ellos, por lo que no interrumpimos el coloquio por educación y vergüenza a partes iguales, y nos retiramos. No me pregunten por qué, pero nos fijamos en él. Desde entonces, y han pasado varios años, hemos intentado hablar con Alberto, pero nos ha sido imposible encontrarlo solo. Nunca. Hemos coincidido en una infinidad de ocasiones, pero jamás surgió la ocasión hasta esta séptima edición del Expo Congreso. Eso sí, en la víspera del evento y cuando ya habían terminado de montar los stand.
Una persona que siempre está acompañada, a la que prácticamente todos los pasan por su lado se detienen a darle un apretón de manos, que nunca parece descansar, da la impresión de ser importante. Y ello contribuye a alimentar una sensación de inaccesibilidad que, desde luego, ha supuesto que no hayamos intentado sentarnos a charlar con él hasta ahora. Sin embargo, treinta segundos después de sentarnos con él ya sabemos que es todo, menos inaccesible.
Porque importante sí que es. Es el dueño de Cogamare, presidente de AGARE y creador de una máquina que conozco bastante bien, la Línea Cuatro. «Entro en el sector en el año 87. Me entero de que necesitaban un comercial en Faresa, y en ese momento decido ir a hablar con el padre de Joaquín Toboso, que está de gerente en la empresa en ese momento. El puesto estaba ocupado, pero esa misma tarde me llama, y me comenta que si estoy dispuesto a trabajar con la otra persona repartiéndonos Andalucía, cosa que acepto. Y en Faresa estoy hasta que cierra. Pero, a través de Ángel Vadillo me quedo trabajando para Recreativos Franco en Andalucía. La situación era malísima por el tema de la tasa, así que Ángel Vadillo nos propone a Manuel Ortega y a mí, que éramos los comerciales de Franco que quedábamos en Andalucía pasar de estar en plantilla a ser autónomos. Por eso decidimos abrir Cogamare y Cosemar, así podríamos además vender máquinas de cualquier fabricante. Con el tiempo decidimos separarnos, y luego yo, junto con Nani Ponce, compramos una sociedad en Cadiz de explotación de máquinas. Y a eso me dedico». En realidad esa última afirmación no es del todo exacta.
Alberto Rodríguez también ha sido fabricante: «Yo soy una persona muy inquieta. Y aunque no llegue a terminar ingeniería en electrónica, siempre he estado haciendo cosas. Incluso he patentado algunas cosas que no tienen nada que ver con el sector. Por ejemplo, fabriqué el Services System que era unos aparatos para el control de los aseos por monedas, el Net Line fue unos de los primeros puestos de internet que también fabrique, y las Línea cuatro. Yo creé todo desde el principio. Incluso las lámparas led las diseñé, y me las fabricaron en China. Eran unos led bicolor de 10 milímetros. Pero son máquinas que funcionan durante un tiempo, y despues dejan de jugarse y dejé de fabricarlas. El sector pasó por una pequeña crisis, y la verdad es que me apoyaron mucho y a las comerciales mis máquinas le aportaban la parte económica que no les aportaba las máquinas B». Nos cuenta todo detrás de una amplia y sempiterna sonrisa. Nunca hemos visto a Alberto con gesto serio.
Conversar con Alberto es muy agradable. Es una persona que transmite mucha confianza, casi intimidad. No sienta cátedra cuando habla, pero pueda hablar de todo. Le hacemos preguntas que, en otras ocasiones, no nos hemos atrevido a formular. Por ejemplo, la verdadera utilidad de las ferias: «He estado en muchas ferias como operador, comercial o fabricante: en Inglaterra, Portugal, Italia… Cuando llego a Portugal me doy cuenta de que allí la gente va a las ferias a comprar. Pero con el dinero en metálico, ¿eh? Aquí era así en los años 80. Eso fue cambiando, y cuando se llegó a una determinada evolución, el operador ya no acude a las ferias a comprar; esto es así porque el producto ya lo conocen los operadores a través de las comerciales. El operador cuando viene es para mantener el contacto con los compañeros, se busca el contacto. Luego, después de la feria, se visitan a los operadores y se comentan los productos, pero no se compra en la feria in situ. Eso era antes. Es verdad que se presentan determinadas máquinas, como ruletas, y aquí se hace la toma de contacto, pero no se suele cerrar ninguna operación. Esta feria de Torremolinos tiene éxito porque se ha conseguido atraer a la gente no sólo exponiendo máquinas. Las conferencias, por ejemplo, son más atractivas para la mayoría de los operadores que las máquinas en sí».
Terminamos, como de costumbre, con nuestro particular tributo a Perales: preguntando a qué dedica el tiempo libre: «Mi hobbie es el mar; me gusta la vela, tengo de hecho un velero pequeño, de siete metros, que se llama Rosebud. Resulta que es por Ciudadano Kane, y es que el barco perteneció a Antonio Banderas. Yo se lo compré a un controlador aéreo, y cuando nos pusimos con los papeles de la compra le pregunté por qué ese nombre y ya me contó la historia. También me encanta tocar el piano… soy muy inquieto [sonríe]».
Apagamos la grabadora y nos ofrece un cigarrillo que fumamos en una terraza del Palacio de Congresos de Torremolinos. A partir de ahora, nosotros también formaremos parte del nutrido grupo que se acerca a darle un apretón de manos.