Pesan sobre Andalucía una serie de tópicos que, aunque en ocasiones algo de verdad contienen, la mayoría de las veces son falsos. Algo parecido sucede con el acento; fuera de nuestra comunidad existe la creencia de que el habla sevillana es común en el resto de provincias cuando lo cierto es que en algunos casos presenta características opuestas. Y tres cuartos de lo mismo pasa con el carácter, mucho más serio (castellano, si lo prefieren) en la Andalucía Oriental. Los andaluces solemos reconocer casi al instante la procedencia de otro andaluz sólo con escucharle hablar, y a veces incluso sólo con ver cómo actúa, lo que no deja de tener cierto mérito habida cuenta la extensión de nuestra comunidad. Juanjo Úbeda es el exponente perfecto de los habitantes de su lugar de nacimiento, Los Albaricoques, una pedanía de Níjar (Almería). Es un hombre serio, humilde, con buen sentido del humor pero no histriónico, cuya vida gira en torno al trabajo. Es lo opuesto al estereotipo que existe al norte de Despeñaperros. Su acento, además, resulta ser también paradigmático.
Actualmente, Juanjo Úbeda es uno de los socios propietarios de dos salones, uno en Roquetas, y otro en El Ejido, los llamados Salones Baral. Sin embargo, su primer contacto con la industria del ocio es bastante anterior: «Empecé de camarero, pero cuando vieron que sabía algo de electrónica me puso con las máquinas. Le tengo que agradecer que me diera la oportunidad de conocer bien las máquinas por dentro. Me sirvió como aprendizaje a la hora de lanzarme a la calle. Estuve haciendo cursillos, incluso en Granada. Pero luego me fui quemando y acabé yéndome. Yo los conocía a ellos [Juan y Fran García, de Protecsur, también socios en los salones, pulse aquí para leer el día que pasamos con ellos] ya porque hacían algunos trabajos de servicio técnico para mis exjefes, y un año, de camino a la feria de Madrid, lo hablamos. Busqué financiación y monté un salón con ellos. Y no me puedo quejar. Después montamos el segundo».
Hablamos con Juanjo tras visitar el salón de Roquetas, y comentamos con él que el buen ambiente entre el personal es palpable: «Como yo he sido empleado, tengo una muy buena relación con el personal. Con los clientes también, porque trabajamos mucho el salón. No somos de montar muchos, somos de perfeccionar los que tenemos. Intentamos crear un vínculo con los clientes, a veces hasta de amistad. Tenemos que estar al pie del cañón». Una política empresarial basada en el sacrificio que les está dando unos muy buenos resultados. Acuden a solucionar cualquier problema relacionado con las máquinas sea la hora que sea: «Si hay un problema en una máquina de madrugada, tenemos que ir; si el encargado no puede arreglarla, vamos nosotros. Los clientes van con la tranquilidad de saber que, pase lo que pase, la máquina va a funcionar, que cualquier problema lo vamos a resolver sobre la marcha. Eso es a costa de nuestro bienestar, pero bueno. Antes había más problemas, eso es cierto. Y nuestro parque de máquinas es de los más modernos».
Nos cuenta entonces que al principio, nadie apostaba por ellos: «Me dijeron que hicieron incluso una porra para ver cuándo dejaríamos el negocio. Hubo quien dijo que en seis meses. Y aquí seguimos». Y siguen gracias al esfuerzo y la tenacidad. Un sacrificio que también tiene contrapartidas: «Este trabajo deja poco tiempo para las aficiones. He probado a ir a un gimnasio, pero a los dos días lo dejo; lo mismo me pasa con el fútbol, que si no te lesionas basta con que un día no puedas ir por cuestiones de trabajo para acabar dejándolo también. Así que tengo las aficiones justas, nunca acabo de terminar nada. En nuestro nivel, que estamos empezando, es muy difícil tener tiempo».
Por último, hablamos de su pueblo, Los Albaricoques: «Es difícil que alguien lo conozca, por eso siempre digo que soy de Níjar. Allí se hizo El bueno, el feo y el malo». Quizás eso sea lo que más se conoce de la zona, que actualmente se dedica a la agricultura y la ganadería. Como curiosidad añadiré que le cambiaron el nombre no hace mucho; antes se denominaba Los Albercoques, una deformación de la palabra albaricoque que está bastante extendida por Andalucía Oriental. No es raro escuchar cómo anuncian en las fruterías de Granada el precio de los albercoques.
Nos despedimos de Juanjo, y a la salida de la cafetería donde nosotros hemos tomado té y café mientras él sólo ha pedido una botella de agua fresca, seguimos hablando de trabajo. Es, sin lugar a duda, lo que mejor define a Juanjo Úbeda.