Visitamos el Luckia Sport Café de Málaga

El tipo de jugador que acude de manera habitual a los salones de toda España está cambiando. Las empresas del ramo trabajan día tras día por adecuar la oferta a la demanda, y adaptar los productos y servicios a los nuevos tiempos. Se trata de una tarea titánica que implica muchas horas de trabajo, dedicación de recursos y, por qué no, bastante imaginación. No suele reconocerse de manera explícita este esfuerzo porque, por lo general, los análisis se basan en números y estadísticas frías; un producto funciona si genera ingresos, lo que es indudablemente cierto, pero ¿y si es posible alcanzar el mismo éxito de otra manera? ¿No es quizás esa la mejor manera de distinguirse de la competencia?

Hace algunos años tuvimos la oportunidad de visitar uno de los primeros salones Luckia Sport Café abierto en España, en Sevilla. No ocultamos la sorpresa en su momento, y tampoco lo haremos ahora: aquel local representaba lo que siempre habíamos defendido desde este medio;  una sala luminosa, con grandes ventanales, donde se integraban las máquinas de juego en un espacio donde la cafetería y el servicio de hostelería ocupaban un lugar central. Un lugar al que nos apetecía y nos apetece entrar como potenciales consumidores. Desde aquel entonces la marca gallega ha abierto nuevos locales por todo el país; en Andalucía, además, tras la autorización de las apuestas presenciales han cobrado mayor sentido. Así que decidimos visitar Luckia Sport Café de Málaga.

A nivel estético, es parecido al de Sevilla, tal y como pueden comprobar en las fotos que acompañan este texto. Nos atendió un empleado de la sala, que no sabía que íbamos a visitar el local esa mañana. Mientras localizaba a la encargada nosotros estuvimos deambulando por el local sin sacar ni una sola foto, aunque sabíamos que contábamos con la autorización, para no incomodar a nadie. Cuando fuimos a ver de cerca la ruleta -espectacular, por cierto-, el hombre nos pidió nuestros DNI por protocolo, a lo que accedimos encantados. Primero, porque es su obligación, pero también nuestra. Y segundo, porque es un placer comprobar de primera mano que este sector, para el que a fin de cuentas trabajamos, funciona como debe. Eso es un motivo de orgullo, debemos tenerlo también presente.

Tomamos un café mientras hablamos con él y finalmente sacamos algunas fotos de la sala, que pueden ver en esta página. Nos despedimos con un apretón de manos y prometiéndonos volver pronto. Porque cuando se hacen las cosas bien, todos estamos a gusto.

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