«Es una feria complicada de hacer, pero al final se consigue».
Las ferias de juego exigen una dosis extra de esfuerzo. Basta pensar que en cada stand se exhiben una media de diez máquinas o quince máquinas, además de alguna ruleta. Eso requiere un estudio previo por parte, en el caso del Palacio de Congresos de Torremolinos, de los empleados del recinto. Cualquier error en un stand dejaría sin luz al resto de expositores; se trata de un trabajo muy minucioso que año tras año realiza un equipo humano extraordinario.
El día previo a la inauguración es fácil verlos corriendo por el Palacio de Congresos de un lado para otro, pero no sin orden ni concierto: es un ballet tan bello como cualquier otro, simplemente es una cuestión se saber apreciarlo. Una maquinaria donde todos son pequeñas ruedas dentadas cuyo movimiento resulta la buena marcha del evento. Antonio Alcoholado es una de esas ruedas. Nosotros diríamos que la rueda, pero él, al igual que el resto de sus compañeros, siempre destaca el trabajo del grupo: «Yo hago el estudio eléctrico y mis compañeros se encargan del tema del cableado. Sin ellos todo esto sería imposible. Es un mérito de todos».
«Llevo trabajando seis años en esta casa. Esta feria en concreto la llevo trabajando cuatro años. Es una feria complicada de hacer, pero al final se consigue. Las máquinas son ordenadores, y los ordenadores llevan fuente conmutada y generan mucha suciedad en las tomas de tierra. Eso hace que se disparen los diferenciales. Lo solucionamos con magnetos inmunizados; cada uno te pide una potencia, unas tomas, tienes que amoldarlo. Las ruletas, por ejemplo, generan mucha suciedad eléctrica». Algunas máquinas tienen derivaciones y eso dificulta mucho el buen funcionamiento de la red eléctrica en general; él tiene su método para detectarlas y solucionarlas en cuestión de minutos. A Antonio le llaman el Chispas, por algo será.
«Nosotros hacemos un estudio previo, lo hacemos los propios trabajadores. Siempre se cambian cosas y hay que deshacer cosas, modificaciones. Las necesidades de los clientes las tenemos que solventar, y solventar bien, porque los responsables somos nosotros». Damos fe de que la satisfacción es generalizada. E, insistimos, no se trata de una tarea sencilla, sobre todo porque siempre aparecen imprevistos. Pero a Antonio Alcoholado le gustan los retos: «Yo siempre he sido un electricista de calle. He hecho obras, he hecho auditorios… he hecho de todo, pero esto para mí fue un gran salto porque nunca había organizado nada parecido. Pero me gustan mucho los retos. He buscado previamente los problemas que podríamos tener, y muchos ya los tenía previstos. He preguntado a compañeros, buscado en Internet para ver qué cosas pueden surgir, hemos comprado materiales nuevos… Gracias a la gente que tenemos aquí, que son fantásticos, lo hemos sacado todo bien y todos contentos. Ha sido muy difícil, yo sólo he echado una mano. Pero es una satisfacción siempre». De nuevo la humildad, el agradecimiento a todo el grupo. Un reconocimiento permanente del que surge un buen ambiente más que palpable entre todo el personal.
Hablamos mientras tomamos una caña y la conversación va fluyendo. Le preguntamos por el tiempo libre: «Antes tenía como hobbie los motos, las motos de cross. Las consolas, el manga, la música… pero desde que llegó mi niño, mi niño. Eso sí, tengo la Raspberry, ¿eh? Para emuladores, por supuesto… Veréis, es que Carlos [Martínez] tenía tres y le pedí que me vendiera una; entonces…». Alguien se acerca y le pide no se qué de no se cuántos amperios. «Lo siento, chicos, os tengo que dejar». El trabajo es lo primero.
Si Antonio Alcoholado no mantuviese año tras año ese nivel de dedicación, de entrega, esta feria no sería posible. Coincidimos con él, es un orgullo y un honor contar con un grupo de personas de este calibre. Hablamos de valía profesional, pero también, y sobre todo, humana.
