«Las máquinas son como mis hijos [ríe]. Es que me gustan, me apasionan».
Gerardo Solá Fernández es el Jefe de Ingeniería de Unidesa. Es un hombre muy conocido -y querido- por los profesionales del Sector ya que, al contrario de lo que pueda parecer por la naturaleza de su puesto, está muy en contacto con operadores y distribuidores. Es un hombre apasionado de su trabajo y, lo que es más importante, está orgulloso de él.
Verán, aunque lleva veintitrés años en la empresa hace seis o siete comenzó «a interesarme y gustarme el tema de la operativa. Estuvimos recaudando máquinas en la calle y vimos qué problemas tenían los técnicos. Por eso desarrollamos el sistema GIM de recaudación exclusivo de Cirsa. Este ha sido un punto diferenciador, el resto de las máquinas se recaudan igual que hace treinta años». El sistema GIM, sobre el que tanto se ha escrito en los medios y que tan buena acogida ha tenido desde su creación. Y la base de todo, el origen de esas ideas geniales, es el contacto con la vanguardia del sector: los operadores.
Hablamos junto uno de sus últimos trabajos de la firma Unidesa, la máquina Manhattan. El slot está abierto porque Gerardo Solá enseña a todos los interesados los entresijos del aparato. Interesados, pero también afortunados, porque no siempre se tiene la oportunidad de conocer los detalles de la mano uno de los creadores de la máquina. Un producto con unas peculiaridades fruto de la información que el propio Solá recopiló cuando presentó el sistema GIM a los profesionales de todo el país: «Tengo la suerte de ir por toda España dando cursos de formación; por ejemplo, el sistema GIM lo presenté a más de mil técnicos. Esto me llevó a recopilar toda la información, todo lo que me comentaron y que ahora está incluido aquí dentro [señala el interior de la Manhattan]. Es la primera vez que desarrollamos una máquina desde cero, sin cortapisas iniciales, que no ha de ser compatible con nada. Todo está pensado para el operador, todo se repara o se limpia fácilmente, casi sin herramientas. Por ejemplo, la inclusión de una caja fuerte. Es una ayuda al operador, y esto se valora mucho aquí». Nos muestra también cómo la botonera soporta sin problemas el peso de un hombre adulto o la resistencia de la pantalla a golpes fuertes. Es destacable la capacidad de transmitir de Gerardo Solá una gran cantidad de información sin aburrir, con una pasión e ilusión contagiosas. Le gusta sin duda enseñar: «Las máquinas son como mis hijos [ríe]. Es que me gustan, me apasionan».
Además, hace referencia en varias ocasiones a su buena suerte. Ya nos ha comentado que hablar con los técnicos es una suerte. Pero también afirma que «tengo la suerte de estar en contacto con los distribuidores, así puedo estar al tanto de las últimas tendencias y de las necesidades de los profesionales». Nosotros pensamos que es una suerte a medias; realmente, hasta ahora todo lo que nos ha comentado son méritos, simplemente. Sin embargo, sí estamos de acuerdo con él cuando habla de su lugar de nacimiento: Santander. Eso sí es una cuestión de ventura. Y buena, como es el caso.
«Soy de Santander, pero llevo veinticinco años en Terrassa. Pero volveré cuando me jubile [sonríe]. Tengo un hobbie, que es la bicicleta, pero es un hobbie necesario porque es la única forma que tengo de desconectar. Siempre tengo la cabeza funcionando. Bueno, la bicicleta y Santander. Tengo la suerte de ir allí y desconectar. Otra gente, otro lugar… es como hacer un reset». Todavía no existe un botón en los seres humanos que permita hacer eso, pero Solá ya ha inventado un sistema. A fin de cuentas, ése es su oficio: resolver problemas diseñando soluciones prácticas y sencillas.
Nos despedimos, muy a nuestro pesar, porque el Expo Congreso ha terminado y ya están empezando a desmontar. Una pena, porque tener la oportunidad de charlar con un ingeniero electrónico como Gerardo Solá junto a una de sus últimas creaciones sí es una auténtica suerte.
