Bonifacio Aparicio

Bonifacio«En Cádiz he ganado mucha calidad de vida»

Bonifacio Aparicio (Madrid, 1960) es de esas personas con las que podrías estar charlando durante horas. No me pregunten por qué, pero genera confianza y eso hace que te relajes. Tan es así que le tuteamos desde el primer momento sin pedir permiso primero; y eso, en nosotros, es raro. Pero, sobre todo, es una auténtica enciclopedia andante del mundo del juego. Y es un gustazo escucharle.

boni1Hablamos con él el pasado 16 de diciembre en Cádiz aprovechando la reunión de AGARE, pero cometemos el craso error de sentarnos con él poco tiempo antes de la reunión, así que se nos han quedado muchas preguntas en el tintero. Con todo, su historia no es nada épico, azaroso o sorprendente. Despierta, eso sí, cierta envidia sana porque da la sensación de haber hecho lo que siempre ha querido hacer, de disfrutar con su trabajo y vivir donde desea. Veamos: «No había terminado la carrera de informática cuando me surgió un trabajo de tres meses en Recreativos Franco. Esos tres meses trajeron tres más. Mi trabajo al principio era comprobar una placa con dos relés y cuatro diodos, algo muy básico. Me gané la confianza del jefe y acabé verificando CPUs. Hubo una baja en el servicio técnico, y empecé a trabajar en ese puesto. Ahí cogí mucha experiencia. Cuando empezaron las autonomías se corrió el rumor de que Andalucía sólo iba a permitir instalar máquinas ensambladas en la comunidad. No era cierto, pero el caso es que Franco participó en la instalación de una planta en Cádiz, al amparo de las ZUR. Tenía 26 años y me ofrecieron irme tres meses a Cádiz para montar la fábrica. Había, además un complemento de sueldo. Acepté, pensaba que iban a ser como unas vacaciones». Que no se me olvide añadir que también envidiamos no haber vivido en Cádiz con 26 años, solteros y un buen sueldo. Seamos francos.

Las ZUR (o Zonas de Urgente Reindustrialización) concedían una serie de beneficios fiscales a las empresas que se instalaran en ellas. Fueron declarados ZUR aquellos lugares más castigados por la reconversión industrial de principios de los 80. La medida despertó escaso interés, cuando no recelo, entre los afectados; “Los braceros del pueblo”, de Enrique Villegas, cantaron en 1985:

“Qué será eso de la ZUR que van a hacer en la Bahía;

a lo mejor en vez de azul, la ponen negra perdía”

faresaEs imposible decir más con menos. El caso es que Franco le ofrece a Bonifacio la posibilidad de ir a Cádiz a supervisar la puesta en funcionamiento de la fábrica de FARESA: «Franco tenía un 51% de la empresa. El resto era de la Junta, de otros fabricantes y de los operadores andaluces que quisieron participar. De Madrid fuimos dos empleados. A mí me encargaron ocuparme de la parte del servicio técnico y las tareas de comprobación». Es un proyecto que, de por sí, nace herido de muerte: «Realmente nosotros sólo ensamblábamos las máquinas, todas las piezas venían de Franco, hasta los tornillos. Montábamos la Baby Andalucía, que era una copia de la Baby Fruit». Sin sinergias entre las industrias de la zona, la idea carece de sentido. Le preguntamos, además, por las causas que él considera terminan de acabar con la Fábrica Andaluza de Recreativos SA: «Primero, los operadores, incluso los que eran socios de FARESA, preferían comprar la máquina a Franco pagando los portes. No se fiaban de nuestra maquina, y te puedo asegurar que era hasta mejor que la original, porque fabricábamos treinta al día y las revisaba una por una, hasta los puntos de soldaje. Luego, la ZUR obligaba a que, si te quedabas con la plantilla, tenías que asegurar el 80% del sueldo que el empleado cobrara en Astilleros. Y te garantizo que eran unos sueldos muy altos. Asumir eso implicaba encarecer el producto. (…) Se intentó después fabricar unos coches de esos que se conducen sin carné, hasta buscamos la patente en Francia, pero la DGT se negó a homologarlo. También pensamos en fabricar fuerabordas, pero tampoco fue posible. La fábrica cerró en 1992». Esto da para dos tesis y un monográfico.

fares-video-flyerÉl, sin embargo, nunca regresa a su Madrid natal: «Me ofrecieron volver a Madrid en el mismo puesto, pero yo ya tenía novia aquí. Llegué a un acuerdo con Franco, me pagaron un dinero y una pequeña explotación de máquinas de videojuegos. Así nació Servimac Sur y aquí seguimos. He ganado mucha calidad de vida. Cuando voy a Madrid a visitar a la familia en cuatro días ya estoy agobiado y deseando volver a Cádiz». Y tanto se integra que su correo electrónico es “erboni”.

A Bonifacio, como a todos, le ha afectado la crisis, y charlamos sobre la fiscalidad y la política durante más de diez minutos. Con todo, terminamos la conversación hablando de lo que, cuarenta minutos después de empezar la conversación, sabemos es su gran pasión: las máquinas. «Se ganaba mucho dinero haciendo interfaces. Verás, los conectores Jamma acabaron siendo el estandar, tenían veintiocho pines; si querías poner un juego antiguo en una máquina nueva tenías que puentear, porque Namco fabricaba en dieciocho, Sega en veintidós… Era un trabajo enorme». Empieza la reunión y tenemos que dejarlo aquí, aunque le acompañamos hasta la mesa y nos sentamos junto a él. Lo que decía, qué rabia no haber llegado antes a Cádiz. En fin, tendremos que volver. No será por falta de ganas.

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