«Este es un sector apasionante. Y muy divertido. No sólo por el producto, sino también por la gente, por la dinámica, incluso por la indeterminación.»
Si en el número anterior publicamos la entrevista con Bernhard Teuchmann, uno de los gerentes de Novomatic-GiGames, en este número no podía faltar el otro rostro visible de la multinacional en España: Francesc Poveda.
La historia de cómo Frances termina trabajando para una de las marcas más importantes del sector es tan peculiar como el propio Francesc. Se trata de un hombre que reflexiona antes de responder, sea cual sea la pregunta, y que sonríe de manera nerviosa cuando quiere responder pero no sabe si debe o no contarlo. Y es interesante, porque eso sólo le sucede cuando investigamos en qué emplea el poco tiempo libre del que dispone. Luego veremos por qué. También es de esas personas que parece tener su propia medida del tiempo, que vive sin prisa porque sabe que, en realidad, está aprovechando el momento. Y porque, al final, siempre llega a donde tiene previsto ir.
El tema es que Francesc Poveda es Ingeniero de Telecomunicaciones, carrera que estudia en Barcelona. «Los primeros trabajos que tuve eran empleos supertécnicos. Después fui a trabajar a Estados Unidos, donde estuve un año medio trabajando para una empresa cuyos planes eran abrir una oficina en España que yo tendría que llevar. Aquello no salió bien. Luego estuve trabajando para el sector de la automoción, pero pensé que para mejorar en mi carrera era necesario estudiar más, así que lo dejé todo y me fui a Inglaterra a estudiar un MBA. Cuando lo acabé tenía varias opciones; una de ellas era una entrevista en Londres que me propuso un headhunter. Hice la entrevista, hubo muy buen feelling y me quedé seis años allí». Habrá quien piense que le vino rodado, pero la suerte sólo cuenta en el azar. Aquella empresa para la que trabajó resultó ser de este sector. Y el asunto es que el proyecto le pareció apasionante: «Fueron seis años magníficos en un proyecto fantástico, ilusionante». Pero «el dueño decidió venderla. Para ello contrató a un ejecutivo, y a partir de ahí la cosa empezó a torcerse. Al final se vendió a IGT, pero yo me marché antes». Hay que tener valor para dejar un buen empleo en Inglaterra.
Francesc Poveda es consciente del valor de su trabajo, y no se equivoca, porque no tarda en encontrar un nuevo empleo; bueno, o para ser más exactos, un nuevo empleo lo encuentra a él: «Estuve a punto de fichar por una financiera, pero de nuevo un headhunter se puso en contacto conmigo a través de un amigo. Me comentó que una empresa española relacionada con el juego buscaba personal; fui a Barcelona, hice la entrevista y me contrataron. Debo decir que la empresa me encantó; de hecho, me lo pasé genial en la entrevista. La empresa resultó ser GiGames. Y hasta la fecha». Hablamos de septiembre de 2007.
Para él, este es «un sector apasionante. Y muy divertido. No sólo por el producto, sino también por la gente, por la dinámica, incluso por la indeterminación. Tenemos que tomar ciertas decisiones sobre elementos que no están claros, que no sabes si van a gustar». Le cuestionamos, ya por curiosidad personal -que esperamos coincida con la del lector- qué diferencias observa entre el sector del automóvil (que tan bien conoce) y el del juego, y no se lo piensa mucho antes de responder: «La automoción es diferente. Se trabaja con proyectos de dos años. Nosotros, si acertamos, ganamos a cortísimo plazo. Es algo que detectas con los presupuestos, con los que nunca se acierta [risas]. Incluso hay diferencias entre el producto con el que trabajaba en Inglaterra y el producto de GiGames. Allí era bastante más lineal». Y añade algo sobre lo que nunca habíamos reflexionado: «La máquina es un producto peculiar. Aunque suene obvio, el cliente siempre quiere comprar lo que considera mejor, no lo segundo mejor. Por eso hay muchísima diferencia en ventas entre el primero y el segundo. Si te sitúas en el número uno, fantástico; si no, te vas a quedar corto». Es, sin duda, un dato que desconocíamos y que hace aún más complejo el papel del fabricante. Y, visto desde fuera, mucho más interesante.
Nacido en Badalona hace cuarenta y siete años, es vegetariano desde hace veintitrés «y sigue vivo». Ser vegetariano en España hace veintitrés años es ser un adelantado a la moda. Igual le sucede con el deporte: «Me encanta esquiar. Normalmente dedico las vacaciones a seguir la nieve. Un amigo australiano empezó a animarme a salir a correr, y lo cierto es que le seguí. Después el empezó a hacer triatlones, y también le seguí. Es un hombre muy inspirador. El caso es que ahora llevo unos cuantos Ironman [por si no lo saben, son 42,2 kilómetros corriendo, 180 en bicicleta, y 3,6 nadando. Todo seguido, claro]». Este tema lo comenta con reparos. No deja de ser representativo que una persona capaz de hacer una prueba de esas características no tenga claro si contarlo o no. Sorprendidos, comentamos lo meritorio que nos parece el asunto y nos contesta lo siguiente: «Hay dos cosas que admirar en esto: los entrenos, que implican dedicar todos los fines de semana; y la pareja, porque prácticamente no puedes verla cuando se acercan las pruebas». Sin duda, es algo que debe apasionarle, porque si no es imposible mantener ese ritmo más allá de un par de semanas. Y sospechamos que ese nivel de implicación no se limita al ámbito del atletismo.
En lo tocante a música, es una persona extremadamente ecléctica: «Cuando iba a la Universidad escuchaba música clásica, aunque soy un fan de los Foo Fighters porque fui a un concierto en Hyde Park y me lo pasé tan bien que me compro todos sus discos. El último que me compré es de los teloneros de un concierto de Foo Fighters al que fui. Pero sigo con la música clásica. Una vez íbamos a ver a unos clientes en mi coche. Puse la radio y saltó el cedé que tenía en ese momento. Era una obra de Bach interpretada en un clave. Cuando llegamos, yo ni me había dado cuenta de que estaba la música, y al apagar la radio me dijeron ¡Menos mal! [risas]». Le encanta la montaña, gusto que comparte con su mujer, y siempre que puede viaja a Londres, «al menos tres o cuatro veces al año».
Terminamos la conversación divagando sobre la belleza de Granada -la tierra tira-, aunque pronto nos despedimos porque somos conscientes de que el tiempo es oro. Aunque eso, Francesc, lo debe saber de sobra si observamos cómo ha estirado el suyo. Con la edad te vas dando cuenta de que aprovechar el tiempo es sacar el máximo a todo lo que haces, más que hacer algo en concreto. Y eso pasa por hacer siempre lo que te gusta hacer, desde luego. Relean ustedes la entrevista y observen lo que pasa cuando se alcanza ese objetivo.