María Dolores Rando

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«Para mí era un negocio rarísimo. Le decía que no comprendía cómo se podía vivir de una moneda que se echa en una máquina»

María Dolores Rando, mujer de Antonino Vázquez, es el último miembro de la familia Vázquez Rando con el que tuvimos el placer de hablar en aquel bar de San José de la Rinconada. Nunca ha trabajado con su marido, pero nos interesa conocer la opinión y las reflexiones de alguien que ha compartido su vida con una persona dedicada a la industria del juego.

«Conocí a Antonino con diecisiete años. Yo trabajaba en una tienda de tejidos. Él era íntimo amigo de los dueños de la tienda. Era el soltero de oro de San José [risas]. Ya con dieciocho años solía ir a las fiestas flamencas que se organizaban y un día me dijo: “Te invito al cine”. A mí me caía muy bien. Estuvimos siete meses saliendo y me casé. Cumplí los diecinueve al mes de casarme. Él tenía treinta y ocho». Es una historia bellísima; tanto, que mientras otros matrimonios tratan ocultar la diferencia de edad ellos alardean. Lo cierto es que yo también lo haría, sobre todo teniendo en cuenta que «esto fue un boom en el pueblo. Todo el mundo decía que íbamos a durar muy poco y mira. Yo siempre fui consciente de la edad. Hemos tenido tres niños maravillosos». A María Dolores Rando le brillan los ojos, así que cambiamos de tema.

Le preguntamos qué opinión le merecían las máquinas con las que su futuro marido se ganaba el pan: «Para mí era un negocio rarísimo. Le decía que no comprendía cómo se podía vivir de una moneda que se echa en una máquina. Yo trabajaba en la tienda y conocía su casa antigua. Abajo había un billar y pensaba: “Qué hará ahí la gente echando monedas en una máquina”. Ahora esa habitación es nuestro garaje». No tarda en descubrir que lo que hacía la gente con la máquina era entretenerse. Sin embargo, las cosas han cambiado: «Ahora se puede vivir, pero no como antes. Se pagan muchísimos más impuestos».

Madre joven, María Dolores tuvo la oportunidad de realizarse, en cierto modo: «A mí me gustaba estudiar. Ya casada, empecé a estudiar contabilidad. Antonino me dijo que si quería estudiar, perfecto, pero que en el negocio no iba a trabajar. Así que dejé contabilidad y empecé a estudiar Bellas Artes, que era de verdad lo que me gustaba. Estuve en academias… He hecho exposiciones, me ha comprado cuadros hasta la Duquesa de Alba. En fin, que tengo un curriculum». Sin embargo, podemos afirmar que Antonino no es un hombre machista, sino más bien celoso de su negocio. Esto es particularmente obvio cuando nos cuenta: «Yo me iba a las seis a clase y volvía a las diez de la noche. Y él se quedaba a cargo de los niños. Era sólo en lo tocante a su negocio. Yo podía opinar, claro, pero la decisión la tomaba él. Todo lo demás lo hacíamos a medias. Las inversiones, por ejemplo, las decidíamos a medias siempre». Confirmado. Otro ejemplo: «Yo soy una mujer religiosa, y quería que mis hijos fueran a un colegio religioso. Antonino no lo veía claro, pero al final lo convencí. Y sigo pensando que acerté».

Si la pintura y las Bellas Artes son su gran pasión, ¿puede destacar algún autor en concreto? «Mi pintor favorito es Turner. De hecho, lo he copiado muchísimo [risas]. En la playa todos los cuadros que tengo son copias de Turner. Me gusta mucho la fotografía también, y muchas las pinto imitando su estilo». Actualmente sigue pintando con Chelo Escribano, aunque «quisiera tener más tiempo. Antonino ahora me necesita mucho, y al estar jubilado siempre quiere estar haciendo cosas». Pero sacrificar un poco del tiempo dedicado a la pintura por estar con su marido no es algo que le cueste mucho esfuerzo. Entre otras cosas, porque es algo que sale solo. Cuántas veces hemos hecho planes -todos- y con una mirada nos los han desbaratado. Y cuántas veces más lo volveríamos a hacer.

Y así terminamos la conversación con María Dolores Rando, con la que compartimos mesa, al igual que con Antonino y dos de sus hijos, durante el almuerzo. A decir verdad, pasar tiempo con ellos es extremadamente agradable. Las familias bien avenidas, aunque suene a tópico, son acogedoras. Por definición.

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