«Tenía quince años cuando cayó en mis manos una máquina pinball».
La historia de Pedro Ocaña es la historia de muchos empresarios de su generación. Una sucesión de méritos que le han llevado a ocupar un puesto de honor en las crónicas de la industria del juego en Andalucía. Y son unas memorias dilatadas, además. Tanto, que el propio Ocaña nos facilita unos apuntes que él mismo escribió cuando recibió un premio a la trayectoria profesional y hubo de dar un discurso durante la ceremonia.
Este es un resumen del texto: «Tenía quince años cuando cayó en mis manos una máquina pinball. Se llamaba South Pacific y la fabricaba Vaher. Conseguí arreglarla y la coloqué en un bar, el Tropezón. Yo preparaba entonces oposiciones a Telefónica. Aprobé, y mi primer destino fue Pueblonuevo del Terrible. Había máquinas en diferentes pueblos de Córdoba, y por entonces los técnicos de Telefónica eran solicitados para arreglar estas máquinas. Así estuve hasta la mili. A la vuelta seguí con el pluriempleo hasta que me hicieron una oferta de sociedad. Así nace TESA SL; por aquellos tiempos ya se había fundado APROCOMAR, ANMARE, asociaciones en las que actualmente tengo el honor de ser su presidente. Andalucía se convirtió en una punta de lanza a nivel nacional y fuimos y seguimos siendo abanderados de este sector». Agradece, a continuación, en su texto a todos los Directores Generales con los que trabajó, secretarios técnicos de las asociaciones y, por supuesto, a sus hijos.
Lo que no cuenta ese texto es el Pedro Ocaña fuera del ámbito profesional. Es público y notorio que el mundo del motor es una de sus debilidades, independientemente del número de ejes y neumáticos del vehículo. De hecho, hay una habitación en las oficinas de su empresa en la que una máquina de Namco, una suerte de cascada inspirada en Pac-Man, comparte espacio con cuatro o cinco motos de época preciosas: «Todas funcionan, eso es lo mejor. Y es complicado, porque la gasolina, si no se gasta, acaba pudriendo el depósito. Eso es lo primero que se deteriora». Cómo será el rostro de admiración -mezclado con dosis de envidia y deseo a partes iguales, todo sea dicho- que nos ofrece acompañarnos a un taller cercano donde están restaurando una hermosa Lambretta. El taller, que es también concesionario, la exhibe en el escaparte mientras llegan las piezas de repuesto.
Además, don Pedro Ocaña Montemayor, natural de Navalmoral de la Mata, tiene otros pasatiempos: «He practicado la pesca, he ganado cuarenta y dos trofeos de pesca. La caza también la he practicado muchísimo, y la sigo practicando, pero con mucha menos intensidad. Actualmente lo que más hago es jugar al tenis; me sirve como hobbie y me proporciona un gran beneficio corporal. Lo practico dos veces por semana. Dentro de mis limitaciones, claro [risas]. En fin, vamos tirando. El fútbol, sin embargo, no me llama la atención. Si hay un partido importante, lo veo, pero si está Nadal prefiero verlo a él». Al hilo de este tema debo decir que el otro día me sorprendí a mí mismo viendo un vídeo de un gallego jugando a la Gnomos. Durante varios minutos. Me llegan a contar eso hace unos meses y me río a carcajadas. Ahora entiendo a las personas que les gusta seguir un deporte por televisión.
Nos levantamos de la mesa de trabajo de Pedro Ocaña y observamos que en una de las estanterías hay una placa conmemorativa de un primer puesto en un concurso de“put de golf”. Le preguntamos que si también practica -o ha practicado- ese deporte y nos sorprende con esta divertida respuesta: «No, la verdad es que no. Pero me puse a jugar y acabé ganando». Así, como quien no quiere la cosa. Igual que ganó una plaza en Telefónica frente a setecientos aspirantes o se mantiene en la cresta del negocio después de sesenta años de profesión. Aunque convendrán conmigo que la suerte poco o nada tiene que ver aquí.
