«Siempre he pensado que las carreras de letras te preparan anímicamente para poder afrontar cuaqluier otra disciplina».
Juan Ariza es el encargado de las tareas de administración en las sociedades de la famiilia Jiménez (pueden leer los textos de las entrevistas que mantuvimos con Rafael y Antonio en esta misma página). Es también familia, aunque política en este caso -su mujer y la mujer de Rafael son hermanas-; aunque en un momento de la conversación admite estar próximo a la jubilación quizás sea la persona con la que podría identificarse más fácilmente cualquier miembro de nuestra generación.
Y es que Juan Ariza entró de la siguiente manera en contacto con el juego: «Yo soy Licenciado en Filología Hispánica. Cuando terminé la carrera no vi una salida clara -la enseñanza no me atraía mucho-, así que llamé a Rafael [Jiménez] y nos pusimos en marcha». Una historia con la que cualquier estudiante actual de Filología, Filosofía o Historia se vería identificado. Continuemos: «Fue una época de modernización de este negocio. Las competencias en materia de juego empezaban a transferirse a las comunidades autónomas; los gobiernos civiles empezaron entonces a dejar de gestionar las autorizaciones, que pasaron a depender de la Consejería, supongo que de Gobernación». En un tiempo en el que todo está por definirse es difícil desarrollar cualquier tipo de actividad que requiera permiso de la administración -que en España son todas en mayor o menor medida-. El propio Juan dibuja situaciones kafkianas como esta: «Teníamos máquinas en Sevilla, y para poder entregar los documentos en la Consejería correspondiente sin perder toda la mañana teníamos que irnos a las cinco de la mañana a hacer cola. Aquello era caótico. Las oficinas estaban en la calle Betis, me acuerdo perfectamente». Imagino que viajaría desde su Fernán Núñez natal hasta Sevilla por las carreteras y con los coches de la época, lo que se traduce en una noche prácticamente sin dormir para no perder una jornada de trabajo.
Como ya sabemos que ha estudiado Hispánicas y que, de hecho le «sigue gustando la literatura», le inquirimos si le agrada su trabajo actual, y esto es lo que nos responde: «A mí me gusta la gestión. Me llama la atención que gestione cosas sobre realidades que ni conozco. Me hablan de máquinas que no he visto siquiera; me ocupo de la documentación, de que no haya descuadres en las recaudaciones… pero normalmente ni veo las máquinas. En cuestiones de mecánica me pierdo, aunque puedo hacerme un poco una idea teórica». Nos sorprende entonces con una reflexión interesantísima: «Siempre he pensado que las carreras de letras te preparan anímicamente para poder afrontar cuaqluier otra disciplina; yo quería irme a Sevilla para estudiar Filosofía, pero no pudo ser. Pero creo que las carreras de letras dan una arquitectura personal que te permite hacer cualquier otra actividad». Francamente, muchas personas, quizás la mayoría, pensarán justo lo contrario. Pero, siendo francos, yo suscribo punto por punto esa reflexión, y agrego que pocos errores hay tan grandes como el de parcelar en exceso el conocimiento. Cierto, ello resulta fundamental para el progreso; pero esa es la causa del progreso a cualquier precio cuyas consecuencias estamos empezando a observar.
Juan Ariza se declara seguidor de Baroja y Antonio Machado. En lo tocante a la filosofía, siente debilidad por Nietzsche. Aunque no todo es literatura: «Siempre que tengo tiempo leo sobre fotografía y estudio sobre ese tema. Me encanta la fotografía, es quizás mi mayor afición. Lo que pasa es que tengo poco tiempo, y mucho trabajo [risas]». Parecen los gustos de cualquier chico de veinte años. Sin embargo, lo que nos ha movido a afirmar en el primer párrafo que Juan Ariza es un hombre joven es lo que nos dice al terminar la conversación: «Trabajo mucho porque uno se implica en las empresas familiares de una manera muy especial. Se toman decisiones y se adoptan posiciones de vanguardia. Quizás sea eso lo que echo en falta en las nuevas generaciones. En el juego se invierte con mucha alegría, y y tenemos que ir evolucionando. Por ejemplo, al principio éramos reacios a los salones porque pensábamos que nos iban a perjudicar en los bares, pero ahora tenemos dos salones y persepectivas de abrir otros tres».
Adaptación y riesgo. Y yo que pensaba que con la edad se perdía…