Ángel Anaya

«Somos operadores, y como operadores conocemos las necesidades de los profesionales perfectamente.»

Durante los últimos años se han popularizado en negocios de diferente naturaleza las máquinas gestoras del dinero en efectivo. Una suerte de cajeros automáticos que ayudan a mantener las cuentas en orden y la caja fuera del alcance de ladrones. Al principio pensamos que no eran sino máquinas de cambio avanzadas (yo recuerdo verlas hace ya veinte años en los billares más modernos de la época), pero nos sacaron del error en la última edición de la Feria Internacional del Juego. Concretamente Ángel Anaya, con el que hablamos en el stand de la empresa para la que trabaja: GISTRA.

Allí nos explicó lo siguiente: «Las máquinas cumplen una función importantísima: que ninguna persona de la sala toque el dinero, sólo el cliente. La máquina no se equivoca tampoco dando cambio o contando. Es la seguridad más segura [risas. Aunque puede parecer un producto destinado a salones o salas de bingo -lugares donde se mueven grandes cantidades de efectivo-, el otro día me sorprendió ver una de estas máquinas en la cafetería de un cementerio. Luego pensé en el horario de ese bar y la sorpresa se disipó en poco tiempo.

«Este tipo de máquinas se están imponiendo. Tenemos más de dos mil funcionando en la calle. Se ha convertido en una herramienta necesaria». O, dicho de otra manera, han sabido responder a una necesidad de la industria. Y no, no ha sido tras realizar sesudos estudios de mercado: «Somos operadores, y como operadores conocemos las necesidades de los profesionales perfectamente. Hemos hecho una máquina que paga premios de máquinas, que pueden llevar la contabilidad de la sala y puede consultarse incluso desde casa; también vale para las apuestas deportivas. Pero sobre todo hace más ameno el trabajo del personal de la sala, que puede dedicarse sólo y exclusivamente a atender al cliente, sin tener que preocuparse del dinero, de que falte cambio, de que no falte…». Ángel Anaya nos vende su producto, y muy bien, por cierto, pero sin darse cuenta -o quizás sí- acaba de desmontar un argumento de los críticos con la tecnología: no se trata de eliminar puestos de trabajo, sino de facilitar la tarea de los que ya hay. Cierto es que, por definición, algunos adelantos han fulminado determinados oficios, pero convendrán conmigo que también han ayudado a crear otros. El origen de la palabra robot está en la palabra checa robota, que significa trabajo forzado. Igual los luditas y neoluditas defienden que los trabajos repetitivos y mecánicos sean realizados por humanos, pero yo prefiero dejarle eso a las máquinas y quedarme con las tareas creativas y sociales. Seré un raro.

Anaya es nacido en la provincia de Jaén, concretamente en Castellar, pero vive «en Valencia desde hace mucho tiempo». Y lleva en el sector toda la vida: «Desde el año 73 ó 74. Empecé en la época de las cataratas». Es curioso como a todos los profesionales de esta industria se les dibuja una sonrisa cuando recuerdan sus inicios en general y esa máquina en particular. Tiene «las aficiones de todo el mundo: cine, deporte, leer de vez cuando, cuando hay tiempo… que pocas veces hay». Añade antes de despedirse: «Somos operadores, y estamos siempre con una cosa u otra». Así nos vamos porque hay varias personas esperando para hablar con él. Y es que con el trabajo no se juega, aunque el juego a veces sea un oficio.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies