La Charada

No hace mucho los vendedores de la ONCE cantaban las terminaciones de los cupones que aún quedaban por vender por el nombre de las terminaciones. Ya casi nadie lo hace así porque muy pocas personas dominan la jerga más allá de “los dos patitos” o “la niña bonita”. Algunas de las denominaciones son simpáticas, otras resultan obvias (los mencionados patitos) pero la mayoría parecen tan aleatorias como el propio sorteo de lotería.

Sin embargo, el hecho de que los números tengan nombre esconde una historia que bien merece ser conocida. Porque, verán, resulta que la charada cubana, que así se llama el sistema, está relacionada con la interpretación de los sueños y la santería afroamericana. 

La historia es como sigue: En el siglo XIX se utilizó como mano de obra en trabajos forzados bastante población asiática, sobre todo en las colonias europeas de América. No hablamos de esclavos propiamente dichos, pero casi. En 1847 llegaron a Cuba un gran número de este tipo de trabajadores, los llamados culíes, procedentes del sur de China. Por aquel entonces estaba muy de moda en el país oriental un juego de adivinación llamado chiffá (castellanización del nombre original) compuesto por treinta y seis números representados sobre el dibujo de un hombre chino. A cada número le corresponde la representación de un animal. Una persona, llamada banquero, elegía una de las imágenes de animales y los participantes apostaban una cantidad de dinero por la imagen que pensaban había elegido. Si acertaban, recibían generalmente treinta veces la cantidad apostada.

Por otro lado, tenemos las charadas, una especie de adivinanzas, generalmente en verso, que gozaron de cierta popularidad en los diarios de la época, sobre todo en Francia y España. El mecanismo es sencillo: se dan una serie de pistas, por lo general muy abstractas y vagas, sobre las sílabas que componen una palabra determinada; el juego consiste en adivinar la palabra, como ya supondrán.

Sigamos. Cuando la población de La Habana entró en contacto con las costumbres introducidas por los trabajadores chinos, rápidamente adoptaron algunas, como la chiffá, pero con ciertas diferencias. En no pocas ocasiones el banquero daba pistas -tan vagas y abstractas como en las charadas- sobre el animal elegido. Así, ganar o perder dependía menos del azar y algo más de la capacidad de deducción del apostante.

Con el tiempo el juego se fue complicando; de treinta y seis imágenes de animales se pasó a cien dibujos con sus correspondiente numeración (del 00 al 99), y se amplió la categoría de imágenes, pues se añadieron astros, flores u objetos. Se realizaban rifas por diferentes sistemas pero por lo general, ya sí, aleatorios. Por comodidad, los sorteos se efectuaban a partir de los números en detrimento de las imágenes que, sin embargo, siguieron dando nombre a los números. No obstante, la charada se mantuvo, si bien cobró un nuevo sentido: la interpretación de los sueños y la realización de cábalas. La gente comenzó a relacionar los sueños con el número ganador a través del nombre. Por ejemplo, si alguien soñaba con una niña bonita, apostaba al quince. Para entonces el sorteo ya se conocía la bolita o la charada cubana. No tardó en aparecer, incluso, listas de nombres alternativas, como la relacionada con la santería, extendida especialmente entre la población de origen africano. Algunos chamanes ofrecían sus dotes de adivinación y daban pistas, en forma de charada que se debía descifrar, sobre los números ganadores del día.

En cualquier caso, el juego se extendió con gran rapidez por todo el pueblo cubano. Tan es así, que en determinados lugares de La Habana los billetes se conocen por los nombres de la charada. Así, el de diez pesos se denomina “pescado”, por citar un caso. Pero, sobre todo, la bolita se recuerda con gran cariño por todos los habitantes mayores de La Habana, muchos de ellos hoy en el exilio. Para ellos, la bolita forma parte de la cultura cubana tanto como el ron, y muchos de los recuerdos de su infancia se relacionan con este juego. Abundan los textos que hablan de aquellos tiempos y tienen como eje fundamental las visitas al banquero para apostar al número favorito de la madre, o los nervios con los que se aguardaba el resultado del sorteo de la mañana.

Hoy en día el juego está prohibido en Cuba, mas los cubanos utilizan como referencia los resultados de una lotería de Florida y siguen haciendo sus cábalas, tanto en el interior de la isla como en el exilio. La liberalización de Internet, y la aparición de los teléfonos inteligentes ha permitido y permite el mantenimiento de esta vieja y hermosa costumbre.

En España no es menos hermosa, empero. Quién no relaciona en este país las partidas de bingo en familia con las navidades de la infancia; quién no ha escuchado “la niña bonita” cuando salía el quince. Aunque no se trata de una costumbre exclusivamente española, por cierto, en Italia también existe la tradición de jugar al bingo en Navidad. ¿Han oído hablar de la Tombola Napoletana? ¿La smorfa? Smorfa, parece ser, deriva de Morfeo. Se llama así porque cada número se identifica con un concepto; el número de la suerte en esta lotería viene está determinado por el contenido de los sueños. Es similar a la charada cubana, pero la napolitana se cree es del siglo XVI. Curioso, ¿eh? Pero de eso hablaremos otro día.

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