La Tómbola Napolitana

La tómbola napolitana es un juego de azar típico de la ciudad italiana y cuenta con una raigambre entre la población difícil de encontrar en otros juegos y en otros lugares del planeta. Es muy similar al bingo de noventa números, con la salvedad de que cada cada cifra se corresponde con algún animal u objeto -sí, como la charada-, y existen premios menores anteriores a la línea. Allí es tradicional jugar con la familia en Navidad, especialmente en las vísperas de Navidad y Año Nuevo, y forma parte de las fiestas tanto o más que el turrón y los anuncios de la DGT en España.

¿Saben? Algo tenemos que ver los españoles en el tema. Tanto Sicilia como Nápoles fueron territorios incorporados a la Corona de Aragón desde los siglos XIII y XV respectivamente, y cuando se formó la monarquía hispánica tras la unión de Isabel y Fernando se convirtieron en territorios vinculados a la corona española. En la península italiana el azar en general gozaba de bastante popularidad, pero serían las lotos en particular los juegos que con mayor rapidez se extendieron por todo el territorio. En Nápoles, además, a la cultura popular casi desde el primer instante.

Carlos III, monarca considerado como padre la Lotería Nacional española, decidió regular la tómbola napolitana con el fin de obtener ingresos para las arcas públicas. Encontró, eso sí, la furibunda oposición de la Iglesia católica, representada por el fraile Gregorio María Rocco, que consideraba la lotería como algo inmoral. Tras varias negociaciones ambos poderes llegaron al acuerdo de permitir el juego durante todo el año salvo en Navidad para que los fieles dedicasen todo el tiempo posible al rezo y la oración. Las familias napolitanas se aferraron a la costumbre, sin embargo, de jugar en las reuniones familiares, tan típicas de esas fechas. Para ello, los números se identificaron con dibujos (la famosa smorfia, que hoy en día se utiliza incluso para labores de adivinación, también como la charada) y se generalizó el uso de una cesta de mimbre, el panariello, a modo de bombo. Los números solían pintarse sobre un cilindro de madera, en una de sus bases; en la otra, la figura con el que dicho número se identifica en la smorfia. Y para tapar los números (o figuras) en los cartones se empleaban trozos de cáscara de fruta secos, alubias o cualquier otra legumbre. 

Y así fue como un juego de azar popular se comenzó a transformar en una actividad familiar que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una tradición de enorme peso en la sociedad napolitana. 

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