«Yo he tenido la suerte, que no mérito, de conocer el sector de antemano. Iba libre de prejuicios»
José Antonio Soriano Cabrera nació en Alcaracejos, Córdoba, en 1964. Licenciado en Derecho, con sólo 25 años empieza a trabajar para la Junta en régimen de interinidad, aunque dos años después aprueba las oposiciones y se convierte en funcionario de carrera. Desde 1991 es inspector de juego en la provincia de Córdoba, hasta que en el año 2000 es propuesto para ocupar la dirección general de Espectáculos Públicos y Juegos, cargo que desempeñará durante ocho años. Es en este período cuando trabaja por y para el sector del azar en Andalucía. Y sobre ese tiempo conversamos el pasado 2 de septiembre en su despacho de Córdoba, su actual destino en la administración, ya desligado del juego.
Mientras nos cuenta cómo acabó trabajando para el sector, toma notas y hace esquemas para evitar que se le escape algún detalle relevante: «Prácticamente desde el principio me dan una plaza de inspector de juego. Hay una primera fase que trabajo en el mundo del recreativo como funcionario, primero como inspector y luego casi 8 años como jefe de Servicio de Juegos y Espectáculos en Córdoba. Ahí tomo contacto con todas las parcelas del juego. Y una segunda, ya como director general. De 2000 a 2004 con Alfonso Perales como consejero, y de 2004 a 2008 con Evangelina Naranjo. Aquellos años fueron apasionantes, pero durísimos. Iba y venía casi todos los días de Córdoba a Sevilla». Pensamos que hubiera sido un buen docente, pues en cuestión de dos minutos es capaz de hacer un mapa conceptual, con fechas y nombres propios, que resumen su carrera como funcionario. Para hacer eso hay que tener las ideas claras y, sobre todo, muy ordenadas.
Cuando es nombrado director general, tras 9 años de contacto directo -e intenso- con todas los ámbitos del azar, él ya sabe qué quiere hacer y cómo. El consejero Alfonso Perales respeta sus tres premisas iniciales que sirven a la posterior labor reguladora: «Primero, el juego no debía ir a Hacienda. Segundo, teníamos que trabajar para adecuar la legislación a la realidad del momento, había que hacer una regulación nueva. Y por último, había que ajustar la tasa del juego, porque era demasiado alta; además, el mercado estaba muy repartido. También tenía una idea: normalizar el sector. A nivel legislativo creo que se logró.». Y se pone a trabajar con un estilo que todavía es recordado. Todos los empresarios destacan de él que mantenía la puerta de su despacho abierta: «Yo he tenido la suerte, que no mérito, de conocer el sector de antemano. Iba libre de prejuicios, pero es que la mayoría de los prejuicios son fruto del desconocimiento. Pero lo que conseguí no lo conseguí yo solo, lo hice gracias a que iba de la mano de los empresarios y asociaciones. Hubo mucho diálogo, mucha interlocución, mucho trabajo, y también respeto y afecto. A mí me conocían los mecánicos de las máquinas, que me paraba con ellos por la calle. Otros directores generales tardan meses en conocer el sector, yo entré conociéndolo. A los dos días de ser nombrado convoqué una reunión sectorial. A mí me interesaba adecuar la legislación a la realidad. Para la gente, para evolucionar, para estar a la vanguardia». Repite varias veces que es suerte, no mérito. Discrepo. Si él es elegido por su conocimiento del sector, sí es un mérito. Si un cirujano opera con éxito a un paciente no es una cuestión de suerte.
Andalucía se sitúa a la cabeza en cuanto a regulación, lo que suscita no pocas envidias (sanas, entiendo) en el resto de comunidades. Pero sobre todo es la relación administración-empresarios lo que más choca en el resto del país: «Había una complicidad entre el sector empresarial, las asociaciones y la administración; una vez, en Londres, fuimos a una feria los representantes de las asociaciones y yo. Íbamos juntos, asociaciones y administración. Nos vieron unos empresarios de otra comunidad y nos dijeron : “Qué envidia nos dais.” Eso a mí me llenó mucho. Pero es que las asociaciones, en Andalucía, tienen la peculiaridad de agrupar a grandes, medianos y pequeños; esto dificulta mucho las cosas para el regulador, porque hay que hablar y negociar mucho más, pero es mucho más bonito, mucho más enriquecedor. Había que buscar el equilibrio constantemente, no sólo entre empresas grandes y pequeñas, también entre los subsectores». Sin embargo, Andalucía no está exenta de intentos infructuosos de concentración empresarial. Es algo muy complejo, que intentaremos tratar en futuras entrevistas y crónicas, y que esperamos ayuden a comprender la idiosincrasia de nuestra comunidad.
Pero como no todo puede ser perfecto, en esos ocho años también hay momentos oscuros: «El peor momento, con mucha diferencia, fue el cierre del casino de Sevilla. Al final lo conseguimos superar, pero cuando salió la sentencia fue un momento malísimo». Se refiere al Casino Aljarafe, en Tomares, que en 2006 debió cerrar las salas de juego por un fallo del TSJA en el que anulaba el concurso de adjudicación convocado por la Junta de Andalucía. Durante un año y medio se mantuvo esta situación, que se resolvió a finales de 2007, costando 3,5 millones de euros en pérdidas a la empresa y 127 puestos de trabajo que, afortunadamente, se recuperaron posteriormente.
En 2008 le proponen renovar, pero ya tenía decidido dejar el puesto. Nos razona su marcha de la misma manera que su llegada, enumerando puntos que escribe en su esquema: «En primer lugar, porque yo me fui a Sevilla para estar cuatro años, y ya llevaba ocho. Además, pienso que cualquier cargo político no debería dilatarse por más de dos legislaturas. Y en segundo, porque ya había hecho casi todo lo que quería hacer, me había dado tiempo a realizar lo que tenía pensado». El azar lo deja para el sector, da la impresión.
José Antonio también nos revela su opinión sobre el panorama actual y las que, para él, son las claves por las que pasa la actualización del sector del azar en nuestra comunidad. En el siguiente número las descubriremos.
Entra aquí para leer la Parte II
