Un café «sólo» no pongo

La anécdota de hoy nos traslada a la bonita ciudad de Córdoba, ciudad de contrastes donde lo romano, lo árabe y lo contemporáneo se dan la mano en una conjunción tan armoniosa como en pocas ciudades del mundo se ve. Todo ello unido a la buena gente que allí vive, aunque algunos sean, como llamamos por aquí, un poco «agarraos». Y es que no era época de andar derrochando.

Pero vayamos al grano (de café, en este caso). Había un bar donde un café sólo no te ponían. No me refiero al café solo que todos nos estamos imaginando, aquel que no lleva leche, el llamado expreso por usar un anglicismo, sino que si ibas sólo a tomar café no te lo servían.

Por lo visto el bar contaba con una máquina con una salida doble de café, dos pitorros como suele decirse. El dueño pensaba que si tenía dos salidas, era para hacer dos cafés, y si hacía uno sólo, perdía dinero. Así que para ahorrar tenías que esperar a que otro cliente entrara en el bar y lo pidiera.

No imagino en las ciudades modernas, con su caos mañanero y estres acuciante, un bar en el que tuvieras que esperar a que otra persona se pidiera un café. Pero antiguamente todo era distinto. La gente se tomaba su tiempo, y parece ser que el hecho de tener que esperar no era un problema, pues el bar estaba lleno. Imagino a la gente de la época con su incansable «guasa» andaluza, intentando llegar primero y en número impar para ver como ese dueño los hacía esperar a que entrara otro cliente para poder servirles. Y es que otra cosa no, pero a originales, a los andaluces nos ganan pocos.

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